El diputado provincial por Salta y excomisario Gustavo Orozco volvió a encender las alarmas sobre el avance del narcotráfico en el norte argentino, al revelar la existencia de alrededor de 30 pistas de aterrizaje clandestinas ubicadas en Rosario de la Frontera. Según explicó, estas formarían parte de un entramado delictivo que conecta el sur salteño con Tucumán y las principales rutas que conducen hacia el centro del país, constituyendo así un corredor aéreo estratégico para el tráfico de cocaína.

“Entre Rosario de la Frontera y Tucumán se enfría la droga”

Con una trayectoria de siete años al frente de Investigaciones y habiendo ocupado también el cargo de jefe de Inteligencia en esa zona, Orozco sostiene que conoce con detalle el funcionamiento interno del narcotráfico aéreo en la región. Para graficar la magnitud del problema, expuso un ejemplo contundente: “Una mula puede llevar un kilo en su cuerpo. Esta avioneta, la que se estrelló el martes pasado en Rosario de la Frontera, traía casi 400 kilos. Para igualar eso necesitás 400 mulas. ¿Te das cuenta del volumen?”, afirmó. En ese contexto, reclamó medidas más firmes al advertir que “si no se aplica la ley de derribo, no hay manera de frenarlos”.

Durante los años en que estuvo al frente de las investigaciones, Orozco elaboró un mapa en el que registró las pistas ilegales identificadas. “Contamos al menos 30. Cuatro en Balboa, dos entre Antilla y San Lorenzo, y varias en Borda. Algunas se taparon, pero siguen ahí”, detalló, destacando que muchas continúan operativas de manera encubierta.

En su descripción, la Ruta Nacional 34 cumple un rol clave dentro del entramado narco. “Es la salida directa hacia Santa Fe y Buenos Aires. Por eso eligen el sur de Salta. Acá enfrían la droga: la dejan reposar unos días, la esconden en fincas o la entierran, hasta asegurarse de que nadie los sigue. Después la sacan en camiones”, explicó el legislador, revelando el modus operandi de las organizaciones que utilizan la zona como centro logístico.

Orozco también hizo hincapié en que detrás de estas operaciones hay una red muy bien organizada. “No son improvisados. Hay soldados de los cárteles instalados, gente que espera los aviones con combustible, bolsones y camionetas. Y nadie pone una carpa en tu campo sin permiso. Hay dueños de fincas que colaboran, y creemos que también hay políticos involucrados”, advirtió, dejando entrever la posible complicidad de sectores locales.

Respecto a las aeronaves utilizadas, explicó que se trata principalmente de modelos Cessna antiguos, con más de treinta años de antigüedad, que parten desde Bolivia e ingresan a territorio argentino por Rivadavia Banda Norte o Salvador Mazza. “Tienen dos destinos principales: Anta y Rosario de la Frontera. En Anta tiran la carga desde el aire, lo que llaman ‘lluvia blanca’. En Rosario, en cambio, aterrizan. Desde acá ganan kilómetros y evitan controles. Luego salen por Tucumán rumbo a Santa Fe”, relató, describiendo con precisión el trayecto que sigue la droga antes de distribuirse.

El operativo que permitió la caída de una de estas aeronaves y la detención de sus pilotos, aclaró Orozco, fue una excepción dentro de un esquema que opera casi sin obstáculos. “Esta vez los agarraron porque se cayeron. Pero la noticia debería ser cuántas pasan y no se detectan. Podés ser un león, pero si la presa vuela cien metros arriba, no hay forma. Con motos o patrulleros no bajás una avioneta”, resumió, aludiendo a la falta de recursos tecnológicos y logísticos para combatir el problema.

Los registros judiciales coinciden con el mapeo que el diputado realizó a lo largo de su carrera: las pistas clandestinas se multiplican en zonas rurales de Rosario de la Frontera, Metán y Anta. Algunas están cubiertas de vegetación, mientras que otras operan únicamente de noche, lo que las convierte en un eslabón crucial dentro del tráfico de drogas, ya que cada aeronave puede trasladar entre 400 y 500 kilos por vuelo.

En este escenario, el sur de Salta se ha transformado en un punto neurálgico del narcotráfico. Pilotos jóvenes pierden la vida al estrellarse en el monte, las familias optan por el silencio ante el miedo, y las fuerzas de seguridad investigan con recursos mínimos, sin radares ni combustible suficiente. Así, como resume Orozco, entre Rosario de la Frontera y Tucumán “la droga se enfría antes de seguir su camino”, consolidando una frontera aérea donde el Estado parece llegar siempre un paso tarde.

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