La conmoción por el caso de Tatiana, la niña de nueve años que intentó quitarse la vida tras denunciar situaciones de acoso escolar en la Escuela Julio Argentino Roca, sigue generando preocupación en la comunidad. La familia, atravesada por el dolor y la incertidumbre sobre su estado de salud, encontró en Gustavo, el abuelo, la voz que denuncia las fallas de la institución y exige respuestas claras a las autoridades educativas.
Gustavo relató que su nieta dejó una nota antes del intento de suicidio. “La dejó en la mesita ese día. Decía que no era mentirosa, que ella decía la verdad. En la escuela la acusaban de inventar cosas, de hablar de más. El grupito que la hostigaba la hacía quedar como mentirosa, y la docente no la apoyó en ningún momento”. Según contó, la menor había sido señalada en varias ocasiones por sus compañeros y la familia ya había participado en reuniones con la escuela. “Pensábamos que ahí quedaba todo”, lamentó, mostrando la frustración acumulada por la falta de soluciones concretas.
Entre la desesperación y la esperanza, Gustavo expresó con la voz quebrada su desconcierto ante la situación: “No lo puedo creer todavía, no caigo. Estoy destruido. Uno espera un milagro, y los milagros existen, pero también tenemos que empujarlos entre todos”. La niña fue trasladada al Hospital Padilla para someterse a estudios más complejos, y el abuelo afirmó mantenerse informado gracias a los padres de Tatiana, aunque describió su estado como “muy delicado”.
Gustavo también criticó la respuesta de la escuela, señalando un “reconocimiento a medias” de los errores cometidos y cuestionando la falta de acompañamiento institucional. “Todos tenemos responsabilidades: a veces los padres, por trabajar tanto, descuidamos un poco a los chicos. Pero la escuela también falló. Pido al gobernador que nos dé una mano, que se tomen medidas con los padres de los agresores. Esto no es solo por mi nieta, es por todos los chicos de Tucumán”, enfatizó, dejando claro que el reclamo trasciende lo personal y busca generar cambios para la protección de todos los estudiantes.
A pesar del dolor, Gustavo valoró las muestras de apoyo de la comunidad: “Le agradezco mucho a la gente. A veces no quería venir porque pensaba que iban a interpretar mal, pero encontré apoyo. Y quiero decirles: no se callen, no para dañar a las instituciones, sino para cuidarlas y cuidar a los hijos”, subrayó, resaltando la importancia de la solidaridad y la participación activa de la sociedad en la defensa de los derechos de los niños.
Esta situación pone en evidencia la gravedad del bullying y la necesidad de una intervención efectiva por parte de las autoridades escolares y gubernamentales, así como la importancia de la contención emocional de los niños víctimas de acoso.
