El relato de vida de Andrés Argañaraz, un jubilado de 79 años que sobrevive solo en su humilde vivienda de Medinas, en el departamento de Chicligasta, ha puesto en evidencia una de las caras más crudas del conflicto por el puente de Humaitá Segunda: la desprotección y el abandono que sufren muchos adultos mayores en el interior tucumano.
Mientras se realizaba una cobertura periodística sobre la falta de infraestructura en la zona, los periodistas se toparon con la dura realidad de Argañaraz, quien vive sin acompañamiento estatal, sin atención médica regular y en condiciones de extrema pobreza. Su ingreso mensual ronda los $300.000, correspondiente a la jubilación mínima, pero gran parte de ese dinero —más de dos tercios— se destina a la compra de medicamentos para tratar diabetes, hipertensión y complicaciones posteriores a una operación. “Antes me daban los remedios sin costo, pero como vendí unas motos que todavía figuran a mi nombre, ahora me cobran la mitad”, relató con voz cansada en diálogo con el programa VIVO.
El deterioro de su salud es alarmante. Argañaraz padece una úlcera avanzada en uno de sus pies, que él mismo intenta curar improvisando vendajes con trapos y sujetándolos con un cable. “No me internan porque dicen que tengo obra social privada, pero no tengo plata para pagar nada”, explicó con impotencia.
A su precaria situación sanitaria se suma un episodio de posible mala praxis que habría agravado su cuadro: según su testimonio, luego de una cirugía recibió una biopsia que pertenecía a otra persona. “En el papel figuraba otro nombre, otra edad y otro DNI. Le reclamé al doctor, y me dijo que no me preocupara, pero desde entonces no volví a sentirme bien”, contó visiblemente afectado.
Con la voz entrecortada, el hombre pronunció una frase que estremeció a todos los presentes: “Cuando ya no pueda más, me voy a cortar las venas. No tengo salida.” Sus palabras, cargadas de desesperanza, generaron una fuerte repercusión y un pedido urgente de intervención a las autoridades del Ministerio de Salud, a la Comuna de Medinas y al Gobierno provincial, para que actúen de inmediato brindándole asistencia médica, psicológica y social.
Tras la difusión del caso, vecinos y organizaciones solidarias comenzaron una campaña de ayuda destinada a recolectar alimentos, ropa, muebles y medicamentos, con el fin de mejorar las condiciones de vida del jubilado, quien actualmente sobrevive alimentándose de mate cocido y pan.
Hoy, la historia de don Andrés Argañaraz se ha transformado en un símbolo del abandono estatal y la soledad que padecen muchos adultos mayores en las zonas rurales de Tucumán. Mientras las autoridades siguen sin resolver el conflicto por el puente de Humaitá Segunda, su historia recuerda que existe otro tipo de puente urgente que construir: uno humano, solidario y empático, que conecte a la sociedad con aquellos que más necesitan ser vistos y escuchados.
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