El partido correspondiente a la séptima fecha de la zona campeonato del grupo A del Torneo Anual de la Liga Tucumana, disputado el 26 de septiembre entre Unión del Norte y Tucumán Central en Burruyacu, terminó marcado por un episodio crítico que nadie presente en la cancha olvidará. A los 45 minutos, Gabriel Ríos, jugador visitante, disputó un balón aéreo y recibió un fuerte golpe en la cabeza que le provocó un corte sobre el ojo derecho. Instantes después, comenzó a convulsionar, generando un clima de máxima alarma y desesperación.
Entre los espectadores se encontraba su padre, Roberto Ríos, cirujano plástico, quien había viajado a Burruyacu tras atender pacientes. De espectador pasó a médico de urgencia, primero del partido, luego de la Liga y finalmente de su propio hijo. Hoy, con Gabriel ya en recuperación tras la cirugía y en su hogar, Roberto prepara una denuncia formal para exigir que la Liga Tucumana implemente protocolos de seguridad sanitaria en los estadios.
Roberto rememora con precisión los hechos: “Llegué tarde y me ubiqué en la tribuna visitante; me daba todo el sol en la cara. Eso es importante para la historia porque el sol me hizo ver la realidad”. Desde allí presenció cómo su hijo, de 1,90 metros de altura y complexión fuerte, caía de espaldas y no lograba incorporarse. “El linesman, que estaba delante mío, empezó a hacer señas. Me decían que corra. Yo pensé que era una luxación de hombro, o que sólo iba a impulsarlo a levantarse. Cuando me acerqué vi que todos se agredían con todos. Fue una pesadilla”, relató.
Gabriel presentaba un coma de grado 2, insuficiencia respiratoria, sangrado nasal y un moretón en el ojo izquierdo. “Pasé de ser un simple espectador a médico del partido, de la Liga, del Ministerio y de mi propio hijo”, expresó Roberto.
Falta de insumos y ausencia de protocolos
Roberto solicitó una sonda traqueal, oxígeno y un laringoscopio, conscientes del estado crítico de su hijo. La ambulancia tardó alrededor de 10 minutos en llegar desde Garmendia, pero no contaba con desfibrilador ni personal médico. Además, las puertas del estadio estaban cerradas y la joven presente no era enfermera. “Tuve que indicarle que llamara al hospital y pidiera un tubo de oxígeno. Cuando finalmente llegó la ambulancia, me subí con mi hijo. No había médicos. Así que ahí tuve que ser médico de la provincia. En menos de pocos minutos fui de todo”, señaló.
En el Hospital Padilla recibió atención de calidad, pero la ambulancia no estaba equipada para el traslado crítico hasta San Miguel de Tucumán. Gabriel presentaba un hematoma extradural, fractura de cráneo y nariz, así como hemorragias intracerebrales, lo que representaba un pronóstico grave. Todo el plantel de Tucumán Central se presentó en el hospital para acompañarlo. Gabriel fue operado de urgencia el sábado y recobró la conciencia el lunes; para entonces, ya podía realizar movimientos leves al lado de la camilla. El viernes recibió el alta y comenzó su rehabilitación.
Reincidencia del jugador que golpeó a Gabriel
Roberto denunció que el jugador de Unión del Norte que impactó a su hijo tiene antecedentes de conducta violenta en la Liga de Lincoln, Buenos Aires, donde fue suspendido tres meses tras noquear a otro jugador. “Mi hijo iba corriendo viendo la pelota. El jugador de Unión del Norte lo ve y va hacia él. Cuando saltan, deberían caer ambos, pero en este caso el otro jugador cae parado, se va escapando de la acción y luego se tira. Es reincidente esto de los noqueados”, explicó. El agresor no se disculpó ni visitó a Gabriel, quien estuvo al borde de la muerte.
El árbitro calificó el hecho como “fortuito”, y el Tribunal de Disciplina no pudo sancionar al jugador. Roberto valoró que Unión del Norte no haya incluido al jugador en su plantel tras el incidente, pero remarcó que la reincidencia requiere atención.
Críticas a la Liga Tucumana y pedidos de seguridad
Roberto criticó duramente la falta de ambulancia, desfibrilador y supervisión médica en el estadio, así como la ausencia de chequeos médicos para los jugadores. “No sé qué hubiera pasado si yo no estaba ahí. Estuvo 10 minutos en la cancha y no había nada. Por más amables que eran todos, nadie era enfermero ni médico y no había ambulancia. Mi hijo se iba a morir. Nunca fui médico de tantas instituciones al mismo tiempo. Fui del club, de la Liga y del Ministerio porque trasladé en el 107 a un paciente en coma”, sostuvo.
Con Gabriel ya en casa, Roberto prepara una denuncia formal no solo por su hijo, sino para que ningún otro futbolista se vea expuesto a riesgos similares. “La verdad te libera”, concluye, enfatizando la necesidad de transparencia y regulación en el fútbol tucumano.