Tras varios días de incertidumbre y confusión provocados por un insólito error, la Justicia finalmente corroboró que el joven que perdió la vida arrollado por un camión en el llamado Puente Negro, sobre la ruta alternativa a Alderetes, era Maximiliano Enrique Acosta, de 28 años. Una vez confirmada su identidad, los restos fueron entregados a su familia real, que el martes lo despidió en un multitudinario sepelio celebrado en el barrio El Paraíso de Delfín Gallo.
El incidente se produjo en la madrugada del jueves 18, cuando un joven se arrojó debajo de un camión cañero. Al no portar documentación ni pertenencias personales, la Policía no pudo identificarlo de inmediato. Horas más tarde, una mujer se presentó en la comisaría de Alderetes asegurando que se trataba de su hijo, y tras un reconocimiento apresurado, se autorizó la entrega del cuerpo.
El velorio comenzó en Villa Carmela, pero la ceremonia se convirtió en desconcierto cuando el supuesto fallecido apareció repentinamente en la casa declarando: “estoy vivo”. Ante esta situación, el fiscal Carlos Sale ordenó suspender el velatorio, trasladar el cuerpo a la Morgue Judicial e interrogar al joven, quien explicó que había estado en Alderetes consumiendo drogas y sin contacto con su familia.
El caso, que tuvo repercusión a nivel nacional, generó que los familiares de Acosta comenzaran a sospechar que el cuerpo encontrado no era el de su hijo. Tras varias idas y vueltas en la Morgue Judicial —donde incluso se mostró por error otro cadáver—, finalmente se confirmó que la víctima era efectivamente Maximiliano. Su hermano, Hernán Luna, cuestionó con dureza las irregularidades: “Está todo mal desde el comienzo. Primero entregaron el cuerpo sin la debida identificación. Después me hicieron ir dos veces a la morgue. Todo lo que sufrimos no puede quedar así”, denunció.
El Ministerio Público Fiscal abrió una investigación interna para esclarecer cómo se produjeron los fallos en el proceso de identificación.
La noticia conmovió al barrio El Paraíso, donde desde temprano decenas de vecinos, amigos y allegados se acercaron a la casa de la madre de Acosta. “Era querido por todos, jamás le hizo mal a nadie”, comentó un vecino, mientras otros recordaban que, pese a sus problemas de adicción, el joven solía realizar pequeños trabajos para sobrevivir y recibía apoyo de la comunidad. Fátima, una vecina, relató: “Ese día me dijo: ‘hoy voy a dejar las cosas malas’ y se despidió como si lo hubiera presentido”.
El velorio estuvo cargado de profundo dolor. Pasadas las 15:30, un hombre ingresó a la vivienda con una guitarra y, entre lágrimas, interpretó canciones religiosas junto a los presentes. Poco después, el ataúd fue retirado, y un nutrido cortejo fúnebre recorrió las calles de Delfín Gallo hasta el cementerio de Cevil Pozo, donde Maximiliano Acosta recibió finalmente su sepultura definitiva.
