Una mujer de 74 años, llamada Susana Beatriz Montoya, fue hallada muerta en su hogar en Córdoba. Montoya, quien era madre de un militante de HIJOS y viuda de un policía desaparecido durante la dictadura, presentaba signos de violencia severa, incluyendo golpes y puñaladas.
El asesinato tuvo lugar el sábado pasado en la vivienda de Montoya, ubicada en el barrio Ampliación Poeta Lugones. Los investigadores han mantenido el caso bajo estricta confidencialidad, pero los informes preliminares indican que los atacantes dejaron una amenaza escrita en rojo en una pared del lugar del crimen: “Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos. #Policía”.
Montoya era la madre de Fernando Albareda, hijo del subcomisario Ricardo Fermín Albareda, quien fue torturado y desaparecido durante la dictadura cívico-militar. Según La Voz, las primeras pruebas sugieren que Montoya recibió un golpe contundente, probablemente con un ladrillo, seguido de un corte.
Fernando Albareda encontró a su madre en el patio de su casa tras no recibir respuestas a sus llamadas. Alertó a la Policía, quienes, al ingresar, encontraron la casa desordenada pero sin signos claros de robo. En la entrada de la casa de Albareda también se encontraron amenazas similares escritas en diciembre, con mensajes intimidatorios y símbolos nazis.
El caso está siendo investigado por el fiscal Juan Pablo Klinger, quien también lideró las investigaciones sobre las amenazas recibidas por Fernando Albareda. A pesar de las amenazas previas, que incluían mensajes escritos con fibra negra y dibujos de esvásticas, la investigación no había avanzado significativamente.
Ricardo Fermín Albareda, el padre de Fernando, fue secuestrado por la dictadura el 25 de septiembre de 1979 y llevado al centro clandestino conocido como “Embudo”. Allí fue brutalmente torturado y su paradero sigue siendo desconocido. Fernando Albareda, que trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y ha dado charlas sobre derechos humanos, ha estado involucrado en la búsqueda de justicia y la reparación del legajo de su padre, marcando un reconocimiento oficial de su caso como crimen de lesa humanidad.