El largometraje “Belén”, segundo proyecto en el que Dolores Fonzi asume simultáneamente los roles de directora y protagonista, se centra en un caso real que conmovió al país: el de una joven tucumana que, tras ser acusada de haber tenido un aborto, fue sentenciada a ocho años de prisión y posteriormente absuelta por la Corte Suprema provincial. La película pone en escena los abusos y contradicciones de un sistema judicial que criminalizó de manera inmediata un hecho que, según quedó demostrado, había sido un aborto espontáneo.
El film cuenta con un elenco integrado por intérpretes locales y figuras reconocidas como Luis Machín, César Troncoso y Julieta Cardinali. A ellos se suma Laura Paredes, actriz perteneciente al grupo Piel de Lava, quien no solo tiene un papel dentro de la historia sino que también participó como co-guionista. En una entrevista, Paredes compartió detalles de un proyecto que define como comprometido y profundo, y que llegará a los cines el jueves 18.
Desde el inicio, la obra deja en claro que su trama está “basada en acontecimientos reales”. Esa aclaración resulta fundamental, ya que con el paso del tiempo no todos los espectadores —sobre todo los más jóvenes o los extranjeros— están familiarizados con lo sucedido. El prólogo muestra imágenes cargadas de tensión: un auto que avanza de noche con urgencia, los quejidos de una mujer con dolores intensos y una voz que intenta tranquilizarla: “Tranquila, ya estamos”. Luego aparece sobreimpresa una placa que sitúa la acción: San Miguel de Tucumán, Argentina, 2014.
A partir de allí, se reconstruye el momento en que la joven, acompañada por su madre, llega al hospital casi sin fuerzas, doblada por un dolor abdominal insoportable. Lo que sigue es el relato repetido una y otra vez por los involucrados: la primera evaluación médica, la hemorragia repentina, el aborto espontáneo que sorprende a todos porque ni siquiera la protagonista sabía que estaba embarazada. Lo que pudo ser un episodio de salud terminó en tragedia judicial: esposada a una camilla, sometida a prisión preventiva durante dos años, juzgada y condenada bajo la figura de homicidio agravado por el vínculo. Para resguardar su identidad, la muchacha pasará a ser conocida como “Belén”, transformándose en símbolo de un sistema opresivo.
El prólogo de Belén sitúa al espectador de lleno en este caso emblemático, considerado un hito dentro de la lucha por los derechos reproductivos y la llamada marea verde. La película, coescrita por Fonzi y Laura Paredes, se apoya tanto en hechos documentados como en la ficción para poner de relieve las injusticias cometidas. En el reparto se destacan Camila Plaate como la joven acusada, Sergio Prina, Liliana Juárez y un conjunto de actores tucumanos de gran nivel. El estreno en Argentina será el 18, y luego competirá en el Festival de San Sebastián, antes de llegar a la plataforma Prime Video. La base literaria proviene del libro Somos Belén de Ana Correa, obra clave en la difusión del caso.
La propia Paredes relata que la creación del guion representó un desafío particular. “Cuando surgió la posibilidad de hacer esta película Dolores me llamó inmediatamente. El guion suponía un tipo de desafío diferente al de Blondi, porque además de estar basado en un caso real, lo cual nos ponía en otro lugar, la trama debía necesariamente ser más compleja. Estaba el juicio y su desarrollo, que debíamos incorporar a la trama, pero también la necesidad de no faltar a la verdad de algunos acontecimientos”.
La actriz y guionista agrega: “En la película ocurre tal cual sucedió en la realidad: Soledad conoció a Belén apenas unos días antes de que le dieran la sentencia de ocho años de prisión. Belén fue presa por una cantidad de desidias judiciales, pero también porque la defensora pública del caso nunca le creyó, desde un primer momento. En el libro de Ana Correa se describe cómo la defensora le dice ‘te vas a tener que hacer cargo de lo que hiciste’ apenas la conoce”.
Desde un comienzo, el equipo de escritura tenía claro que la historia debía arrancar con un juicio desfavorable y, a partir de ahí, mostrar el camino de militancia que condujo a la reapertura del caso. “Describir todo el recorrido de una militancia que lleva a la reapertura de ese juicio. En otras palabras, contar cronológicamente todo eso y, al mismo tiempo, tener de algún modo agarrado al espectador”, explica Paredes. Y añade: “Hay algo muy loco, sobre todo cuando se piensa en el género de las películas de juicio, donde muchas veces cuando el o la protagonista logra hacerse del expediente se descubre finalmente que alguien había estado ocultando algo. En el caso de Belén eso no ocurrió, por la sencilla razón de que nadie se ocupó de leerlo”.
Uno de los puntos más escandalosos fue la falta de pruebas sólidas: nunca se realizó un estudio de ADN que podría haber disipado sospechas. En cambio, se utilizó como evidencia un feto hallado en un baño del hospital, en un sector distinto al que había sido internada Julieta, lo cual derivó en su condena. “Toda esa cadena de irregularidades y la falta de un expediente que revelara algo importante fueron el mayor desafío al escribir el guion, ya que nos impedía dar un giro para sostener la atención fácilmente”, admite la guionista.
Finalmente, optaron por una narrativa más lineal: la llegada de Julieta al hospital, luego un salto temporal hasta la sentencia, y desde allí todo el proceso de lucha. “En el fondo Belén no es una película de juicio sino la historia de una persona que hace algo por alguien a quien no conoce y, de a poco, esa trama que involucra a una acusada y a un puñado de abogadas termina siendo algo de alcance casi internacional. Desde las primeras marchas hasta la absolución”, señala Paredes. Y recuerda lo que dijo el marido de Soledad Deza tras leer el guion: que la película también era la narración de la “estrategia de una abogada”.
El caso Belén no solo generó debates legales, sino también choques culturales en Tucumán. La película refleja esa tensión social mediante escenas cotidianas: madres que comentan en los pasillos de la escuela, charlas en el vestuario del club y rumores que cuestionan la reapertura del juicio. En un entorno dominado por el conservadurismo, el anonimato fue indispensable para proteger a la víctima y a su familia, que llegaron a sufrir amenazas.
Incluso en medio de la dureza de los hechos, Fonzi y Paredes incorporaron momentos de humor. “Era una manera de refrescar un poco, pero después comenzamos a podar bastante ese condimento ligero, sobre todo a partir de la mitad del segundo acto, para permitir llegar al clímax con cierta carga de emoción”, comenta Paredes. Y agrega: “La tragedia da lugar a la esperanza. Pero es cierto que el humor está, quitándole gravedad al asunto, y es un poco una forma de llegar a la segunda parte con la guardia baja, porque la patada en la cara llega. Al mismo tiempo, la gente que trabaja en situaciones extremas tiene bastante humor… Es casi al revés: para soportar las injusticias, el humor, incluso el negro, es casi necesario. Queríamos representar a estas heroínas de esa manera”.
En un tono más personal, Laura Paredes describe la capacidad de Fonzi detrás de cámara. “Me sorprende realmente el nivel que tiene como directora. Tiene tanto oficio como actriz que puede dirigir y actuar, estar atenta a sus marcas y al mismo tiempo a las de los demás. El nivel de control en el set es total… Dolores preparó mucho la película y todo el mundo sabía qué hacer al llegar a la filmación”.
Para elaborar el guion, además de leer Somos Belén, Fonzi y Paredes viajaron a Tucumán para conocer los espacios donde se desarrollaron los hechos y dialogar directamente con Soledad Deza. Esa investigación les permitió dar mayor verosimilitud al retrato de los personajes.
El reparto incluye figuras tucumanas de gran reconocimiento. Paredes subraya que son “actores descomunales, y en ese sentido había algo muy allanado ya de entrada”. Destaca el trabajo de Camila Plaate en el papel principal: “Era un personaje que tenía que estar en un punto justo entre la no victimización y la fragilidad de estar en esa situación terrible. Me parece que es una actriz que toca una tecla muy exquisita, con muchos matices”.
El reto mayor, según Paredes, fue encontrar un equilibrio entre explicar lo sucedido y no caer en un relato excesivamente didáctico. “Belén está pensada para un público muy amplio, pero no queríamos sobre informar nada. Al mismo tiempo, como el caso es complejo, teníamos que clarificar cosas sin excedernos, en una película que debía terminar como un torrente emotivo. Esa era la película que quería hacer Dolores”.
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