La sede del PAMI en Tucumán, ubicada en la calle Córdoba al 900, experimentó este lunes una aglomeración sin precedentes, tanto de personas como de emociones encontradas. Decenas de jubilados acudieron con la esperanza de obtener respuestas a las preguntas más básicas relacionadas con su salud y el acceso a medicamentos. Sin embargo, el panorama estuvo marcado por la frustración y el desamparo. La reciente disposición del gobierno nacional, que exige que los adultos mayores tramiten un subsidio para recibir remedios gratuitos, ha desatado una ola de incertidumbre y caos entre quienes dependen de estos beneficios.
Testimonios que revelan el drama
Entre las voces que reflejan esta realidad, Graciela, una jubilada de 70 años, compartió su dura situación:
«Con mi jubilación de 245 mil pesos, apenas logro sobrevivir. Mi dieta muchas veces se reduce a un tomate y una zanahoria. Comprar carne es imposible con estos precios, y ni hablar de los medicamentos. Los que entrega el PAMI están casi vencidos”.
El desafío de lidiar con un sistema digital inaccesible agrava la situación. Muchas personas mayores prefieren acudir presencialmente, aunque esto signifique largas esperas y pocas soluciones. Un hombre expresó su frustración tras pasar más de cuatro horas esperando:
«No entiendo lo digital y aquí tampoco me resuelven nada. Me tienen parado horas, y sigo sin respuestas.»
Además, el colapso es evidente: no hay turnos disponibles ni para esta ni para la próxima semana. La desesperación se percibe en las expresiones de quienes aguardan. Sofía, otra jubilada, no pudo ocultar su enojo:
«Es indignante estar tanto tiempo aquí sin recibir una respuesta. Nos tienen completamente abandonados.»
El sistema: entre caídas y fallas
El ambiente en la sede del PAMI se caracteriza por el desamparo y el enojo. Las constantes caídas del sistema informático, junto con la falta de personal capacitado para gestionar las consultas, dejan a los jubilados en una situación de total vulnerabilidad. Las filas de espera son una muestra clara del agotamiento físico y emocional que enfrentan quienes buscan soluciones urgentes.
Una imagen que se repitió a lo largo del día fue la de personas con rostros llenos de esperanza, confiando en que finalmente podrían acceder a sus medicamentos y servicios. Sin embargo, los problemas del sistema no solo afectan la entrega de remedios, sino también la dignidad y el respeto que estas personas merecen.
Historias de lucha y desesperanza
El relato de quienes se enfrentan a este colapso es desgarrador. Sofía, de 80 años, expresó entre lágrimas:
«No puedo estar parada tanto tiempo. Vengo desde Los Ralos, y solo quiero los medicamentos que necesito. Antes tenía todo cubierto, pero ahora me piden que pague por todo. No puedo costear mi tratamiento de artritis y corazón.”
Teresa, jubilada hace años, también compartió su calvario:
«Llegué temprano en la mañana, tomé un taxi para llegar, pero aún no me atienden. Llevo horas sentada aquí y no tengo soluciones. Cada viaje me cuesta mucho dinero, y aun así me voy con las manos vacías.»
Otra situación angustiante fue la de Yolanda, quien necesita una cirugía de cataratas:
«Desde el viernes estoy aquí, y todavía no me resuelven nada. Aunque mi orden ya está ingresada, me dicen que no pueden operarme porque estoy fuera del cupo. Es un ir y venir sin sentido; nadie asume la responsabilidad.»
Cristina, otra afiliada, relató la paradoja que enfrenta después de 22 años pagando una prepaga:
«Ahora que dependo del PAMI, no puedo obtener medicamentos porque me dicen que sigo en la prepaga. Es imposible cubrir estos costos con lo que cobro. Después de tantos años aportando, no entiendo cómo el sistema no me puede asistir.»
Angélica, también jubilada, se mostró indignada por el trato recibido:
«Lo peor es el trato. Después de tantos años afiliada, me hacen esperar horas y siempre dicen que el sistema está caído. Ahora todo es un caos, desde las farmacias hasta los médicos. Nadie se pone de acuerdo, y nosotros somos los que sufrimos.»
Una crisis que demanda soluciones urgentes
La situación en el PAMI Tucumán expone una problemática que trasciende lo administrativo y afecta profundamente la calidad de vida de los jubilados. Más que medicamentos, las personas buscan respeto, empatía y una atención digna en una etapa de la vida donde el bienestar debería ser una prioridad./Fuente: La Gaceta