La historia del cierre del partido parecía escrita: quedaba apenas un instante, la última acción antes del pitazo final. No había margen para un error. Sin embargo, en ese momento decisivo, Matías Galarza Fonda cometió una falla que resultó fatal. Cuando la pelota cayó cerca del borde del área, en lugar de despejarla o asegurar el control, dejó que rebotara y trató de amortiguarla con el pecho. Ese mínimo titubeo fue suficiente para que Gastón Martirena se adelantara con rapidez, le robara el balón y definiera con frialdad para sellar el triunfo de Racing en la jugada final de los octavos del Clausura. Aquel descuido terminó siendo determinante: le otorgó la clasificación al equipo rival y profundizó un cierre de año que, para River, ya venía cargado de frustraciones.
El mediocampista paraguayo apenas había sumado 18 minutos desde su ingreso. Incorporado a River en el mercado de pases de mitad de 2025, proveniente de Talleres, Galarza Fonda no logró en ningún momento cumplir el rol que Marcelo Gallardo pretendía al enviarlo a la cancha. El entrenador buscaba recuperar aire, intensidad y firmeza en la zona media, pero el volante estuvo lejos de ofrecerlo: perdió prácticamente todos los duelos en los que se involucró, no aportó contención defensiva ni claridad en las transiciones ofensivas y terminó siendo protagonista involuntario de la jugada que cambió la historia del encuentro.
El tanto agónico, además, no fue un remate limpio desde el robo. Tras anticipar al paraguayo, Martirena disparó, pero se encontró con una intervención al límite de Rivero, que alcanzó a desviar y aumentó la tensión del momento. Aun así, la pelota siguió viva: el uruguayo conectó de cabeza, Armani respondió con una atajada extraordinaria y finalmente quedó servida frente al arco para que solo fuera necesario empujarla. En ese lugar también aguardaba Maravilla Martínez, listo para asegurarla si hacía falta. Todo ocurrió en cuestión de segundos, pero fue suficiente para que Racing aprovechara el caos y dejara a River con las manos vacías.
