Superclásico caliente en el Monumental: River se impuso ante Boca por 2 a 1

En una nueva edición del Superclásico argentino, River Plate logró imponerse sobre Boca Juniors con un triunfo ajustado pero merecido por 2-1, en un estadio Monumental repleto que batió récord de asistencia en el siglo XXI, con más de 85.000 espectadores alentando sin descanso. El equipo dirigido por Martín Demichelis fue ampliamente superior en el desarrollo del encuentro, supo capitalizar sus momentos y terminó celebrando en una noche cargada de emociones.

El primer golpe lo asestó el joven prodigio Franco Mastantuono, quien, con apenas 17 años, demostró su calidad al ejecutar un tiro libre impecable desde casi 30 metros. Su disparo, potente y preciso, se coló en el ángulo superior izquierdo del arco defendido por Agustín Marchesín, desatando el delirio de los hinchas millonarios. Ese gol no solo abrió el marcador, sino que también reflejó el dominio que River venía mostrando desde los primeros minutos, frente a un Boca que apostó por una línea de cinco defensores y trató de resistir replegado en su campo.

Sin embargo, la alegría para el conjunto de Núñez se vería rápidamente empañada. A los 37 minutos de la primera etapa, un error de cálculo de Germán Pezzella permitió a Miguel Merentiel, apodado «la Bestia», ganar en velocidad y definir con clase frente a Franco Armani, decretando así el empate transitorio para Boca Juniors en una de sus escasas llegadas claras.

La reacción de River no se hizo esperar. Apenas cinco minutos después del empate, el equipo volvió a ponerse en ventaja. Tras una gran intervención de Armani que evitó un nuevo gol de Boca, Sebastián Driussi, atento al rebote, empujó la pelota al fondo de la red y le devolvió la ventaja a los locales, que sería definitiva.

El partido, de alta intensidad y con un clima de máxima tensión, también dejó secuelas físicas: tanto Gonzalo Montiel como Giuliano Galoppo terminaron con lesiones, lo que añadió preocupación a ambos cuerpos técnicos.

Con este resultado, el Millonario ratificó su supremacía en el encuentro más importante del fútbol argentino, aprovechando cada oportunidad que se le presentó, en contraste con un Xeneize que, pese a sus esfuerzos, no pudo sostener el empate y terminó cediendo ante la presión y el juego propositivo de su eterno rival.