El escenario financiero internacional amaneció con señales de fuerte inestabilidad vinculadas a la coyuntura política en la Argentina, bajo la gestión de Javier Milei. Durante las primeras operaciones del pre-market ya se percibían movimientos negativos que encendieron las alarmas entre los inversores: los bonos soberanos emitidos en dólares registraban marcadas caídas, mientras que el riesgo país volvía a escalar a niveles que no se observaban desde hacía casi un año. Según el indicador EMBI+ elaborado por JP Morgan, el índice trepó 11 puntos en una sola jornada y alcanzó las 1.311 unidades, cifra que remite a septiembre de 2024 como último antecedente de semejante marca.
En lo referido a los títulos de deuda, la tendencia generalizada fue de un desplome que osciló entre el 1,71% y el 2,17% en sus precios. Esta dinámica generó gran inquietud en los mercados, dado que refleja un retiro masivo de confianza respecto de la capacidad de pago del Estado argentino en el corto y mediano plazo. A contramano de lo que sucedía con los bonos, los ADRs (certificados de acciones de compañías argentinas que cotizan en Nueva York) mostraron un arranque en terreno positivo, ofreciendo una suerte de contrapeso parcial dentro del panorama bursátil.
Si se analizan las cifras específicas de los principales papeles de deuda, se observa un patrón de retrocesos significativos: el Global 2029 inició la rueda en torno a los $21,43 y $69,12, mientras que el Global 2030 descendió hasta los $20,25 y $65,38. El Global 2035 se negoció en $16,11 y $51,45, y el Global 2038 mostró precios de $17,12 y $54,53. Por su parte, el Global 2041 marcó $15,55 y $48,68, y finalmente el Global 2046 se ubicó en $15,79 y $50,35. Todas estas cifras ratifican la magnitud de las bajas en los tramos largos de la curva de deuda.
El panorama se agravó aún más tras conocerse que, el miércoles previo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) se había visto obligado a intervenir en el mercado cambiario mediante la venta de reservas internacionales. Se trató de la primera intervención desde que comenzaron a aplicarse las llamadas bandas de flotación, un esquema que se había anunciado como garantía de mayor estabilidad en el tipo de cambio. Este movimiento oficial fue interpretado por los agentes económicos como una señal de debilidad de las arcas del Central, lo que generó mayor incertidumbre sobre la capacidad de afrontar los compromisos externos venideros.
En consecuencia, la percepción de los inversores se tornó todavía más negativa: las dudas sobre la solidez fiscal y financiera del Gobierno llevaron a muchos de ellos a desprenderse de sus posiciones en bonos argentinos, acelerando la caída de sus precios y retroalimentando el incremento del riesgo país. En suma, la jornada dejó en claro que la situación económica del país continúa bajo la lupa de los mercados internacionales, con una volatilidad que refleja la fragilidad del momento político y económico.