Durante el mes de mayo, los sueldos de los trabajadores registrados en Argentina continuaron mostrando un marcado estancamiento, sin señales de recuperación significativa, pese a la desaceleración de la inflación, que según datos oficiales, alcanzó un 1,5 %. Esta situación evidencia una contradicción en la dinámica económica actual: a pesar de que el índice de precios comienza a moderarse, los ingresos reales no logran recomponerse.

Una de las principales causas de esta falta de mejora en los salarios es la política salarial que viene sosteniendo el Gobierno nacional. En efecto, desde principios de año, la administración de Javier Milei fijó un techo a los aumentos paritarios, limitando las homologaciones a acuerdos con incrementos que no superen el 1% o el 1,5%. Esta directriz, pensada como una herramienta para contener la inflación, ha impactado negativamente en la evolución del poder adquisitivo de los trabajadores.

Un informe reciente elaborado por la consultora C-P Consultores, liderada por el economista Federico Pastrana y reproducido por el diario Ámbito, da cuenta de las consecuencias de esta política. Según el estudio, el poder de compra de los salarios formales se encuentra en un estado de estancamiento, prolongando la tendencia descendente que se intensificó en marzo, cuando los ingresos del sector privado experimentaron una pérdida del 2,6% en términos reales. Esta caída, la más pronunciada desde 2023, hizo retroceder el salario medio a los niveles de noviembre de ese año, es decir, antes de la devaluación aplicada al inicio de la actual gestión económica.

El informe también señala que algunos sectores lograron firmar acuerdos salariales con cláusulas de recuperación, pero lo hicieron mediante el pago de sumas fijas no remunerativas. Esta modalidad, si bien puede significar un alivio puntual, no genera mejoras sostenidas ni permanentes en los haberes, ya que no impacta en ítems como aguinaldos, aportes jubilatorios o futuras negociaciones paritarias. En el ámbito estatal, la merma del poder adquisitivo fue más leve en marzo —apenas un 0,4%—, aunque los sueldos públicos todavía se encuentran un 15% por debajo de los valores previos a la crisis económica que detonó en 2023.

En paralelo, el mercado laboral formal también presenta señales preocupantes. Según datos del mismo mes, se verificó una contracción generalizada del empleo registrado. En comparación interanual, la pérdida alcanzó un 3,4%, a pesar de partir de una base estadística muy baja debido a la caída acumulada durante 2024. Solo en marzo, el sector privado redujo su plantilla en 7.000 trabajadores. La industria manufacturera fue la rama más golpeada, con una disminución de aproximadamente 4.000 puestos de trabajo.

Desde agosto del año pasado, el sector privado argentino ya ha eliminado cerca de 155.000 empleos registrados. Esta cifra refleja con claridad la incapacidad del modelo económico actual para generar empleo formal, incluso en aquellos momentos donde ciertos indicadores muestran una tenue reactivación de la actividad productiva. Como consecuencia, el índice de desocupación en el primer trimestre de 2025 trepó al 7,9%, el más elevado desde la llegada al poder del nuevo gobierno.

La problemática del empleo, sin embargo, no se limita únicamente a su cantidad, sino también a la calidad de los puestos disponibles. C-P Consultores advierte que tanto la informalidad como el trabajo independiente sin protección social continúan en aumento, mientras que el trabajo asalariado con aportes cae progresivamente. Este fenómeno profundiza una tendencia estructural del mercado laboral argentino: el crecimiento de empleos precarios, sin derechos ni estabilidad.

Frente a este panorama, las proyecciones para la segunda mitad del año no son alentadoras. El estancamiento salarial, la erosión del poder de compra y la destrucción de empleo formal configuran un escenario complejo para las familias argentinas. Si bien la inflación se ha desacelerado respecto a los picos registrados en los primeros meses de gestión, la continuidad de una política de ajuste del gasto, sumada a la escasa dinamización del mercado laboral, dificultan la recuperación de los ingresos reales y, por ende, del nivel de vida general.

En resumen, el alivio en los precios no está siendo acompañado por mejoras tangibles en los salarios ni en las oportunidades laborales. La combinación de sueldos congelados, paritarias restringidas, empleos en retroceso y creciente informalidad configura un cuadro en el que la desigualdad y la fragilidad social podrían profundizarse si no se revierten estas tendencias.

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