Javier Milei inauguró un nuevo período de sesiones ordinarias con un Congreso casi vacío, donde se destacó la presencia de la dirigencia libertaria y algunos gobernadores, pero también la ausencia de gran parte de la oposición. La poca concurrencia fue evidente, ya que la plaza frente al Congreso estaba desierta, un reflejo de la decisión de La Libertad Avanza de no movilizar y, en cambio, apostar al impacto en redes sociales durante el horario de máxima audiencia. Dentro del recinto, la mayor parte de la oposición optó por no participar, lo que no impidió que Milei continuara con su discurso, centrado en su visión para el futuro de Argentina y en la promesa de que este año será clave para la «reconstrucción» del país.
El presidente llegó al Congreso después de las 21 horas, en un entorno casi desolado, lo que contrastaba con las tensiones y debates que se generaron durante su discurso. En su alocución, Milei continuó con la narrativa de las promesas incumplidas, defendiendo su gestión y atacando a la oposición, especialmente en el área de la seguridad, utilizando la figura del gobernador Axel Kicillof como blanco de sus críticas. Milei insistió en la «grieta» política y en la necesidad de una reforma en el sistema judicial, haciendo un llamado al gobernador para que se desmarcara de su postura «abolicionista» y se alineara con su enfoque más duro hacia los criminales.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno por coordinar todo el evento de manera fluida, la ceremonia de apertura dejó ver de nuevo las fricciones entre Javier Milei y su vicepresidenta, Victoria Villarruel. La presidenta del Senado fue prácticamente «invisibilizada» durante la transmisión, ya que la cámara oficial se enfocó en mostrar planos lejanos en vez de los primeros planos de la vicepresidenta. El reconocimiento a los miembros del Gabinete también fue significativo, con un aplauso de varios ministros, incluidos Guillermo Francos, Patricia Bullrich y Luis Caputo, entre otros. A pesar de los esfuerzos por transmitir una imagen de unidad, la ausencia de figuras clave y la falta de contacto visual en momentos importantes evidenciaron la frialdad de la relación.
El discurso de Milei, además de sus críticas a la oposición, tuvo pocos anuncios económicos, pero sí resaltó su plan de privatizaciones y su estrategia para enfrentar la crisis económica. Prometió acelerar la privatización de empresas públicas y continuar con el desmantelamiento de áreas estatales, lo que le permitió al presidente presumir de los logros alcanzados en términos fiscales y económicos. Una de sus principales propuestas fue un acuerdo técnico con el Fondo Monetario Internacional, que planea presentar ante el Congreso para reforzar las reservas del Banco Central y eliminar el cepo cambiario, un paso crucial en su plan económico.
En cuanto a la seguridad, Milei no solo atacó a Kicillof, sino que también insistió en la necesidad de aprobar una ley que baje la edad de imputabilidad, subrayando la importancia de castigar a los criminales con mayor dureza. De nuevo, el gobernador bonaerense fue el foco de su discurso, al cual le dio dos opciones: cambiar su visión o «corroborar el camino y dejarnos resolver el problema a nosotros». Además, adelantó la creación de una nueva ley de seguridad nacional, que le proporcionaría mayores herramientas al gobierno para hacer frente a los problemas de seguridad en el país.
El final de la jornada estuvo marcado por un incidente en el que el presidente corrigió a la vicepresidenta cuando se aprestaba a finalizar el acto, una muestra más de la tensión interna en el oficialismo. Tras el cierre, Facundo Manes denunció que había sido amenazado por el asesor presidencial Santiago Caputo, lo que desató aún más controversia y una jornada cargada de tensiones políticas. Mientras tanto, los ministros se dirigieron rápidamente hacia la Casa Rosada, donde Milei los esperaba para una cena.