La prolongada disputa comercial entre China y Estados Unidos, detonada por la política de aranceles recíprocos impulsada por el entonces presidente Donald Trump, continúa generando repercusiones en el panorama internacional. Esta estrategia de Washington, que buscó castigar las importaciones chinas con impuestos elevados, derivó en una respuesta contundente de Pekín, que aplicó gravámenes adicionales a productos estadounidenses. En medio de este enfrentamiento económico entre las dos potencias, surgió para Argentina la posibilidad de ganar terreno en el mercado chino, aunque este potencial podría verse truncado si el actual mandatario, Javier Milei, opta por mantener su cercanía con Estados Unidos, distanciándose del gobierno de Xi Jinping.

Durante uno de los momentos más tensos de esta pugna, las autoridades chinas resolvieron depreciar su moneda, el yuan, llevándola por debajo del umbral de 7,30 RMB por dólar. Simultáneamente, establecieron un arancel del 34% para todas las importaciones estadounidenses, que entrará en vigor el 10 de abril. Además de estas medidas macroeconómicas, se adoptaron sanciones dirigidas a sectores estratégicos: se suspendió la importación de sorgo a una empresa agrícola de EE.UU. —C&D Inc.—, se aplicaron restricciones a dos exportadores estadounidenses de carne de ave y a uno de harina de hueso, y se incorporaron ciertos minerales críticos —conocidos como tierras raras— a listas de control para exportaciones. Entre estos recursos figuran el samario, disprosio, lutecio, escandio, itrio, terbio y gadolinio.
Adicionalmente, China amplió su presión sobre el sector empresarial estadounidense, al incluir a dieciséis firmas en su lista de control de productos de doble uso —que regula artículos con aplicaciones tanto civiles como militares—, y a otras once compañías en el listado de Entidades No Confiables (UEL). Esta clasificación implica limitaciones severas para operar comercialmente en China, así como restricciones en la adquisición de insumos estratégicos producidos por ese país.
El abogado especializado en relaciones comerciales con China, Santiago Notarfrancesco, fundador de la consultora «Negocios con China», explicó a C5N.com que las medidas adoptadas por Pekín no fueron improvisadas. Según él, “China ya tenía todo listo, y respondió con rapidez, de manera integral y sincronizada”. Desde su perspectiva, la intención de Trump de utilizar medidas duras para forzar a China a negociar en desventaja no surtió el efecto esperado. “Los chinos respondieron y dejaron la pelota en la cancha de Estados Unidos. Si bien China no desea esta guerra comercial, está más que dispuesta a afrontarla si es necesario”, indicó.
No obstante, Notarfrancesco aclaró que la actitud de Pekín no debe interpretarse como una escalada sin retorno. A su entender, “aunque la respuesta fue contundente, se nota que hay espacio para retroceder y sentarse nuevamente a negociar. China podría levantar aranceles o eliminar restricciones si ve gestos desde Washington. Sin embargo, también se guardaron cartas para incrementar la presión en caso de que la confrontación continúe, afectando incluso sectores más sensibles para EE.UU.”.
Si Trump decide intensificar el conflicto, China tiene aún herramientas disponibles. Una de las más significativas —según el especialista— sería perjudicar directamente a grandes empresas estadounidenses con operaciones en suelo chino, como Tesla. No obstante, remarcó que “esa sería una jugada extrema, ya que a China le interesa continuar proyectando la imagen de ser un país estable y confiable para los inversores y las corporaciones globales”.
En cuanto a las tierras raras, Pekín mantiene un amplio margen de maniobra. Puede seguir aplicando controles adicionales a la exportación, endurecer procedimientos o, en última instancia, suspender completamente la venta de estos recursos a Estados Unidos. Además, puede actuar sobre rutas indirectas: muchos de estos minerales son exportados primero a Japón, donde se utilizan en la producción de bienes que luego terminan en el mercado estadounidense. “China podría intervenir en esas triangulaciones, restringiendo más la cadena de suministros de EE.UU. incluso a través de países aliados”, advirtió Notarfrancesco.
El rol de Argentina en este nuevo escenario global
La volatilidad generada por la guerra comercial entre Washington y Pekín también representa una oportunidad para países como Argentina. En contextos de crisis, se reconfiguran los vínculos económicos y pueden surgir nuevas aperturas comerciales. Sin embargo, el enfoque geopolítico adoptado por el gobierno argentino será clave para capitalizar o desperdiciar esas posibilidades. Notarfrancesco destacó que una de las principales dificultades actuales radica en la tendencia del presidente Javier Milei a replicar las estrategias de Trump, incluso en detrimento de los históricos vínculos comerciales con China. “Habrá que ver hasta dónde están dispuestos a llegar en ese seguidismo, porque las relaciones con China son fundamentales para nuestro país”, subrayó.
En cuanto a los beneficios potenciales, el abogado mencionó que existen múltiples productos —especialmente en el rubro alimentario y agroindustrial— que tanto Argentina como EE.UU. exportan a China. Debido al aumento de aranceles a las mercaderías estadounidenses, estas se volverán más costosas para los consumidores chinos, generando una ventaja competitiva para otros países exportadores, como Argentina. “Todos los que no estamos alcanzados por ese 34% de arancel adicional tenemos una gran chance de ocupar ese lugar”, concluyó.
Reacciones empresariales en China y la defensa de Trump
Desde el ámbito industrial chino también llegaron duras críticas hacia la política arancelaria de Estados Unidos. La Asociación China de Fabricantes de Automóviles (ACM) emitió un comunicado solicitando a Washington que revise sus decisiones, argumentando que estas medidas no solo encarecerán aún más el precio de los autos, sino que también impondrán mayores cargas a los consumidores en distintos países, incluidos los estadounidenses. La entidad advirtió además que estos aranceles podrían frenar el proceso de recuperación económica global.
Vale destacar que China se posiciona como uno de los principales exportadores de autopartes a nivel mundial. Un dato ilustrativo es que cerca del 60% de las piezas utilizadas en los talleres mecánicos estadounidenses provienen de China, México y Canadá. Los nuevos tributos impuestos por Trump se traducirán, con toda probabilidad, en un encarecimiento de varios miles de dólares para los automóviles importados en EE.UU.
El jueves, diversas organizaciones industriales chinas emitieron comunicados en tono severo. Una de ellas, la Asociación de la Industria Ligera de China, condenó las acciones de la Casa Blanca, asegurando que “Estados Unidos ha destruido de forma brutal el orden comercial que regía entre ambos países. Esto ha afectado de manera grave la cooperación entre industrias globales y ha perjudicado directamente a los consumidores, incluidos los ciudadanos estadounidenses”.
Frente a estas acusaciones, el expresidente Trump defendió con vehemencia su política arancelaria, utilizando su red Truth Social para justificar sus decisiones. “El precio del petróleo bajó, las tasas de interés descendieron, los alimentos están más baratos y no hay inflación”, escribió. También remarcó que, gracias a sus medidas, “Estados Unidos, abusado durante tanto tiempo, está ingresando miles de millones de dólares semanales por los aranceles aplicados a países abusadores”.
En el mismo mensaje, Trump apuntó directamente contra China: “A pesar de que el mayor abusador de todos, China, cuyos mercados se están derrumbando, acaba de subir sus aranceles un 34%, además de los altos gravámenes que ya tenía desde hace años, han decidido ignorar mi advertencia de no tomar represalias”. Y finalizó con uno de sus clásicos eslóganes: “¡Ya han ganado demasiado aprovechándose del viejo y bueno Estados Unidos! Nuestros anteriores líderes permitieron que esto pasara. ¡Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande!”.
