En el marco de una situación internacional marcada por una creciente tensión, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas celebró una reunión extraordinaria motivada por la sorpresiva participación militar de Estados Unidos en el conflicto entre Irán e Israel. Durante la sesión, transmitida en vivo y seguida con atención por la comunidad internacional, Rafael Grossi, director general de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), expresó profundas preocupaciones acerca del impacto que esta escalada bélica podría tener sobre la arquitectura internacional de no proliferación nuclear.
En un discurso firme y directo, Grossi advirtió que «el régimen de no proliferación nuclear que sigue siendo de seguridad internacional por más de medio siglo está en juego», una frase que resumió el tono de urgencia que marcó toda su intervención. En ese mismo contexto, hizo un llamamiento enfático a la vía del diálogo y la diplomacia como herramientas indispensables para preservar la estabilidad y evitar un conflicto irreversible, subrayando además la necesidad de que los inspectores de la OIEA puedan continuar con su labor de verificación sobre el terreno.
La alarma del organismo internacional se encendió especialmente tras los recientes bombardeos llevados a cabo por fuerzas israelíes y estadounidenses contra instalaciones nucleares ubicadas en territorio iraní. Según explicó Grossi, los ataques efectuados durante la noche anterior reflejan una situación que ha evolucionado hacia “una etapa más crítica”, generando el peligro concreto de una expansión del conflicto a escala regional.
Un informe complementario elaborado por el Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional reveló detalles de los objetivos atacados: las plantas de Fordow, Isfahán y Natanz fueron alcanzadas mediante el uso de misiles de crucero y municiones perforantes diseñadas para destruir instalaciones subterráneas. Este operativo militar, conocido como “Operación Martillo de Medianoche”, implicó la participación de más de 125 aeronaves, entre ellas bombarderos B-2, que lanzaron bombas “antibúnker” sobre los complejos nucleares de Fordow y Natanz, mientras que los misiles Tomahawk impactaron sobre Isfahán.
A pesar de la envergadura de la ofensiva, las autoridades iraníes informaron que no se registraron aumentos en los niveles de radiación, lo cual, aunque tranquilizador, no elimina el riesgo de futuras consecuencias si este tipo de ataques continúa. Grossi aprovechó este punto para reiterar: “Tenemos la oportunidad de volver al diálogo y a la diplomacia”, pero advirtió con firmeza que “si esa ventana se cierra, la violencia y la destrucción podrían alcanzar niveles impensables y el régimen global de no proliferación podría colapsar”.
Consciente del riesgo geopolítico que representa este escenario, el director del OIEA hizo un llamado directo a los gobiernos involucrados: “Irán, Israel y todo el Medio Oriente necesitan la paz, y hay un camino hacia la diplomacia”. Resaltó, además, la necesidad imperiosa de permitir el acceso de los inspectores del organismo a las instalaciones iraníes, particularmente para verificar el estado de los “400 kilos enriquecidos al 60%”, una cantidad de material que, si se sigue enriqueciendo, podría estar cerca del umbral necesario para construir armamento nuclear.
Al concluir su intervención, Grossi reafirmó su disposición personal a trasladarse “inmediatamente” a la región para entablar negociaciones y facilitar la labor de control y verificación de la agencia. Subrayó, en ese sentido, que el OIEA está “listo para desempeñar su papel” y contribuir al fin de las hostilidades que amenazan con desestabilizar aún más la región. “Nuestro deber es garantizar que la energía nuclear siga teniendo un uso exclusivamente pacífico”, enfatizó.
En un segundo momento de su informe ante el Consejo de Seguridad, Grossi se centró en los aspectos técnicos de los ataques. Respecto a la planta de Fordow, explicó que se trata de una instalación subterránea clave en el programa atómico de Irán y señaló: “Es el principal lugar para el enriquecimiento de uranio al 60%”. Añadió, con preocupación, que “por el momento, nadie —incluido el OIEA— puede evaluar los daños subterráneos en Fordow”, lo que deja a la comunidad internacional sin información fiable sobre la seguridad del sitio.
En relación con Isfahán, comunicó que “se golpearon edificios adicionales durante la noche”, y precisó que Estados Unidos confirmó el uso de misiles de crucero. Las zonas impactadas estarían relacionadas tanto con el proceso de conversión de uranio como con la red de túneles de almacenamiento del complejo. Asimismo, notificó que “la planta de Natanz fue golpeada nuevamente” utilizando municiones diseñadas para perforar estructuras profundas.
A pesar del impacto de la operación militar, Grossi aclaró que, según datos brindados por Irán, “no hubo aumentos de radiación fuera de los tres sitios afectados”. No obstante, insistió en que los riesgos siguen siendo elevados si no se garantiza un cese de las hostilidades, ya que sus inspectores “deben tener acceso seguro a los sitios” para cumplir con su misión de forma efectiva.
Finalmente, el director de la OIEA recordó que el principio de no atacar instalaciones nucleares, aunque no siempre codificado legalmente, ha sido una norma implícita ampliamente respetada dentro del sistema internacional. “Siempre hemos creído que nunca se van a producir ataques armados contra instalaciones de este tipo”, expresó, para luego advertir sobre los peligros que podrían derivarse de esta ruptura del consenso: “Pueden provocar emisiones radiactivas con graves consecuencias dentro y fuera del país afectado”.
En resumen, el mensaje de Grossi fue claro y contundente: el mundo se encuentra en una encrucijada crítica, y si se pierde la oportunidad de volver a la diplomacia, las consecuencias podrían ser irreparables para la seguridad regional y global.
