La Conferencia de Obispos de Francia (CEF) emitió un comunicado en el que expresa su descontento con las «escenas de escarnio y burla al cristianismo» vistas durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París. A pesar de reconocer algunos momentos de belleza y alegría en el evento, el comunicado critica aspectos de la inauguración que consideró innecesarios y ofensivos, distantes del espíritu olímpico de unión y fraternidad.

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El comunicado de la CEF destaca que la ceremonia incluyó elementos que no solo eran gratuitos, sino que también buscaban ridiculizar una religión fundamental para la historia y la identidad cultural de Francia. Este acto resulta sorprendente, especialmente en un evento tan global e inclusivo como los Juegos Olímpicos. Francia, con su rica historia ligada al cristianismo desde la conversión del rey Clovis, debería mostrar más respeto hacia sus raíces religiosas.

En contraste con la actitud histórica de figuras como Napoleón, que se identificaban con toda la historia de Francia, muchos en la élite francesa contemporánea parecen distanciarse de sus orígenes. Esto es especialmente evidente en la falta de reconocimiento hacia figuras como Samuel Paty, un docente asesinado por un acto extremista musulmán, mientras se evita ofender a las minorías religiosas.

Además, se menciona que los organizadores de la ceremonia parecen haber olvidado el papel crucial del fraile dominico Henri Louis Rémy Didon en el desarrollo de los modernos Juegos Olímpicos. Didon, creador del lema olímpico “Citius, Altius, Fortius” («Más rápido, más alto, más fuerte»), fue una figura clave en la concepción del evento, cuyo espíritu original promovía el ideal educativo y deportivo.

Ferghane Azihari, un analista político y ensayista, también criticó la tendencia de ciertos artistas a buscar notoriedad a través de la provocación en lugar de la calidad artística. Azihari cuestiona la lógica detrás de usar la provocación como un medio para destacarse y sugiere que la verdadera belleza perdurable es la que armoniza con la estética clásica.

En particular, se refiere a una escena en la que se parodiaba “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, una de las obras maestras del arte renacentista. Este acto de parodia ha sido objeto de críticas en redes sociales, con muchos cuestionando cómo habría sido recibida si la burla se hubiera dirigido a otras religiones. La pintura de Da Vinci, que representa la última cena de Jesús con sus discípulos antes de su crucifixión, sigue siendo una obra central en la historia del arte cristiano.

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