Luego de 130 días de una intensa y controvertida colaboración con la administración de Donald Trump, Elon Musk decidió poner fin a su rol como asesor en el gobierno estadounidense. Así lo informó la prestigiosa revista alemana Der Spiegel, que en su más reciente edición dedica un extenso análisis a esta etapa del magnate tecnológico, resaltando que su participación dejó una estela de imágenes impactantes: desde momentos insólitos con su hijo pequeño en el Despacho Oval hasta la utilización simbólica de una motosierra, metáfora de su cruzada contra la burocracia estatal.

El artículo, elaborado por los periodistas Simon Book, Julia Amalia Heyer y Fritz Schaap, se interroga sobre las razones que llevaron al hombre más rico del mundo a emprender este arriesgado experimento político que, según consideran, terminó perjudicando su imagen pública. La publicación plantea una pregunta clave: ¿por qué Musk eligió someterse a una situación que lo dejó expuesto y erosionó su reputación?
La ruptura entre Musk y Trump no ocurrió de forma escandalosa ni con acusaciones públicas. Por el contrario, Der Spiegel subraya que esta separación se produjo de forma sorpresivamente discreta, sin insultos ni confrontaciones visibles. Pese a sus diferencias, ambos personajes —caracterizados por un fuerte narcisismo, según los autores— siguen manteniendo comentarios cordiales entre sí.

El punto de quiebre fue una discrepancia en torno al nuevo proyecto de ley presupuestaria presentado por Trump. Musk, quien hasta entonces lideraba el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una entidad creada para reducir el gasto público y la cantidad de empleados estatales, expresó públicamente su desacuerdo. En declaraciones a CBS News, manifestó que dicho proyecto legislativo traicionaba la misión del DOGE, al incrementar el déficit en lugar de recortarlo. “Fue decepcionante ver un plan de gasto tan inmenso que contradice nuestros objetivos”, afirmó el empresario.
En este contexto, Musk abandonó su puesto gubernamental, pero no sin dejar huella. Durante su estancia en la Casa Blanca, se convirtió en un símbolo de la ofensiva contra el aparato estatal. Con herramientas cargadas de simbolismo —como la motosierra que recibió del presidente argentino Javier Milei, conocido por su discurso antiestructural estatal— y una “trituradora de madera” metafórica, Musk encabezó una agresiva campaña de recortes. Según Der Spiegel, en febrero llegó incluso a presumir de haber desmantelado buena parte de la USAID, la agencia de cooperación internacional de EE. UU., al despedir a una significativa cantidad de su personal.

La publicación describe su estadía en Washington como una especie de “sueño febril”, lleno de situaciones casi surrealistas: el presidente estadounidense posando junto a un Tesla rojo para promoverlo públicamente; el hijo pequeño de Musk, X Æ A-Xii, jugando y tirando de sus orejas durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca; y, de forma aún más desconcertante, las declaraciones de Musk pidiendo abiertamente el voto para el partido ultraderechista alemán AfD, luego de ser influenciado por una influencer alemana de tan solo 24 años.
Con su salida del gobierno, Der Spiegel concluye que lo que queda es una imagen fracturada del magnate: el visionario que sueña con colonizar Marte ahora se retira temporalmente de la política estadounidense, cargando con el fracaso de su misión en Washington. Los periodistas apuntan que, pese a este revés, Musk no es de los que se detienen ante la derrota. Su trayectoria ha sido, en gran medida, una constante superación de obstáculos. Ha transformado industrias enteras, y su sed insaciable de poder, notoriedad y validación ha generado tanto destrucción como innovación.
Finalmente, la revista deja abierta la posibilidad de que esta incursión en la política no haya sido más que otra de las muchas “transgresiones de límites” que caracterizan la vida de Musk: una más entre sus múltiples intentos de reinventarse, de experimentar con lo desconocido y de llevar su figura siempre un paso más allá de lo previsible.
