El caso de Lucila Nahir Nieva, una joven tucumana de 22 años que fue hallada muerta dentro de una base militar de Estados Unidos, ha generado una gran conmoción en la comunidad argentina, alimentada por la sensación de encubrimiento y temor. Aunque las evidencias sugieren que podría tratarse de un femicidio, las autoridades estadounidenses manejan el asunto con un hermetismo absoluto, ya que el crimen ocurrió en el interior de Fort Cavazos, una instalación militar ubicada en Killeen, Texas. Esto ha transferido la investigación a la jurisdicción del Ejército de Estados Unidos, lo que dificulta aún más obtener información clara sobre el caso.

Lucila había llegado a Estados Unidos a mediados de 2023, y poco tiempo después se casó con Preston Sullivan, un soldado activo en la base donde ocurrió la tragedia. Según los testimonios de quienes la conocían, la joven había logrado adaptarse rápidamente a la vida en el barrio militar, ganándose el cariño de los vecinos gracias a su simpatía. Sin embargo, su cuerpo fue encontrado sin vida el viernes pasado dentro de la vivienda que compartía con su esposo, y fue recién tres días después cuando su familia comenzó a preocuparse por la falta de noticias de ella y rastreó su ubicación a través de su teléfono móvil.
La falta de información oficial generó una creciente alarma, y hasta el momento, las autoridades del Ejército estadounidense han mantenido la causa bajo total reserva, sin siquiera confirmar si Sullivan, el esposo de Lucila, ha sido detenido. La única versión que se ha filtrado, aunque de forma no oficial, es que el soldado habría afirmado que Lucila se habría suicidado, una declaración que la familia y amigos cercanos rechazan rotundamente.

Una amiga cercana de Lucila, que pidió mantener su identidad en anonimato por solicitud de la familia, aseguró que la joven nunca mostró signos de depresión ni tuvo pensamientos suicidas. «Eso no es posible. Ella nunca dio señales de estar deprimida, ni de querer quitarse la vida», expresó la amiga. Además, enfatizó que Lucila estaba feliz con su vida en Estados Unidos y no parecía tener ningún tipo de arrepentimiento por su decisión de mudarse.
En el barrio militar, donde el caso se comenta en susurros, el miedo también es palpable. Según Larissa Denman, una vecina mexicana que conocía a Lucila, el esposo de la joven, Preston Sullivan, solía mostrar comportamientos muy controladores, como llamarla constantemente cuando ella salía con amigas e incluso pedirle hacer videollamadas para asegurarse de con quién estaba. Estos comportamientos, según los allegados a Lucila, sugerían que la relación tenía signos de abuso psicológico y control, lo que podría haber llevado a situaciones de violencia.

Este caso trae inevitablemente a la memoria el asesinato de Vanessa Guillén, una soldado estadounidense de origen mexicano, que fue asesinada en 2020 en la misma base militar, después de haber sido acosada por un compañero de armas. La desaparición de Guillén y su posterior hallazgo sin vida generaron un gran revuelo, incluso un documental de Netflix, y motivaron cambios en los protocolos del Ejército de Estados Unidos sobre violencia de género. La muerte de Lucila Nieva, aunque no era militar, fue igualmente trágica, y su vínculo con un miembro del Ejército hace que el caso sea aún más oscuro.

El hecho de que la causa esté siendo tratada bajo un manto de «top secret» refuerza la sospecha de que podría haber un intento de encubrimiento por parte de las autoridades militares. A pesar de la opacidad en torno a la investigación, al menos tres personas cercanas a Lucila se han comunicado con los medios de comunicación, pero han pedido permanecer en el anonimato debido al temor a represalias. Una joven ecuatoriana, que obtuvo la ciudadanía estadounidense tras casarse con un militar, comentó que las reglas migratorias se están endureciendo, lo que genera un clima de miedo para aquellos que se atreven a hablar sobre hechos que involucran al Ejército.
Por su parte, el Consulado Argentino en Houston no ha proporcionado detalles sobre el avance de la investigación ni ha confirmado si ha tenido contacto con las autoridades militares estadounidenses. Mientras tanto, la familia de Lucila, que reside en Tucumán, ha solicitado prudencia y silencio mientras esperan obtener respuestas claras sobre lo sucedido.
Sebastián Guirín, un tucumano residente en Houston, fue uno de los pocos que se ofreció a ayudar a la familia, poniéndose en contacto con ellos para ofrecer su apoyo. «Es desesperante no saber qué ocurrió y sentir que se está ocultando información», manifestó Guirín, quien expresó su disposición a colaborar en todo lo que sea necesario.
Este trágico caso de Lucila Nieva se suma a una creciente lista de muertes sospechosas en entornos militares, un ámbito que parece estar lleno de abusos ocultos. Mientras tanto, la familia y los seres queridos de Lucila siguen esperando con esperanza que se descubra la verdad, aunque las circunstancias actuales, marcadas por secretos institucionales, temor a represalias y una distancia de más de 7.000 kilómetros entre la tragedia y su hogar, hacen que la búsqueda de justicia sea aún más difícil.
