Un hecho sorprendente y alarmante se produjo recientemente en la localidad cordobesa de Olivo, cuando un grupo de estudiantes de sexto año del colegio Sagrado Corazón estuvo a punto de comenzar su esperado viaje de egresados con choferes que, según denunciaron padres y testigos, se encontraban en un estado evidente de intoxicación y ni siquiera podían caminar en línea recta.
El viaje, gestionado a través de la empresa Flecha Bus, rápidamente se convirtió en un escándalo. Los familiares de los alumnos advirtieron irregularidades antes de que los adolescentes subieran al micro y solicitaron la presencia de personal municipal para realizar controles de alcoholemia. La sospecha inicial se confirmó de inmediato: los dos choferes asignados al servicio dieron positivo en los test.
Sin embargo, lo que parecía un incidente aislado se agravó cuando la empresa intentó reemplazar a los conductores para garantizar la salida del viaje. Los nuevos choferes también fueron sometidos a los controles y, sorprendentemente, ambos arrojaron resultados positivos, sumando un total de cuatro conductores alcoholizados. Este hecho provocó indignación y preocupación entre los padres, que exigieron la intervención policial.
Uno de los progenitores, Mariano Ludueña, describió la escena como inquietante incluso antes de los controles oficiales: “No podían hablar y no podían caminar los chóferes”, aseguró, destacando que los menores estaban a punto de emprender un viaje de más de 1.500 kilómetros con personas visiblemente incapacitadas para conducir. Mientras los padres intentaban comunicarse con la CNRT —sin recibir respuesta— la situación escaló rápidamente. La policía verificó los niveles de alcohol y derivó el caso a la fiscalía de Villa Dolores.
Ludueña formalizó una denuncia por estafa y asociación ilícita, señalando que el micro enviado presentaba fallas graves, como neumáticos en mal estado, y que los contratos con la empresa eran prácticamente inexistentes. Más tarde, la controversia se intensificó cuando los análisis de sangre realizados a los choferes dieron resultados negativos. Sin embargo, los padres advirtieron que estas pruebas se realizaron cinco horas después de los controles electrónicos iniciales, lo que generó dudas sobre la fiabilidad de los procedimientos. Incluso un directivo del colegio, abstemio, se sometió voluntariamente al test para verificar el funcionamiento del equipo y dio negativo de inmediato.
Finalmente, luego de múltiples revisiones, discusiones y la designación de nuevos conductores que superaron los controles, el viaje pudo iniciar su recorrido. Los alumnos, que debían partir alrededor del mediodía, terminaron saliendo hacia Bariloche ya entrada la tarde, acumulando retrasos y vivenciando una experiencia que comenzó con preocupación y tensión en lugar de la alegría habitual de un viaje de egresados.
Este episodio reavivó el debate sobre la eficacia de los controles a transportistas profesionales, la precariedad de ciertas empresas de transporte y los vacíos existentes en los organismos encargados de supervisar la seguridad de los viajes estudiantiles, poniendo en evidencia la necesidad de reforzar la fiscalización para prevenir situaciones similares en el futuro.
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