El brutal doble femicidio de Luna Giardina y su madre, Mariel Zamudio, ejecutado por Pablo Laurta, se inscribe en un contexto marcado por denuncias previas por violencia de género, combinado con una intensa campaña de hostigamiento y autovictimización desplegada en el ámbito digital. Laurta era un miembro activo del sitio web «Varones Unidos», un espacio impregnado de discursos misóginos, donde construyó una narrativa distorsionada destinada a culpar a Luna y presentarse a sí mismo como víctima de la llamada «justicia feminista».

En la página, que se promociona como un foro de “defensa para hombres”, se dedicaron extensas publicaciones al caso de la pareja, titulando uno de los textos: «El historial de coerción, manipulación, hostigamiento y amenazas que marcaron el comportamiento de Luna Giardina previo al secuestro de Pedro Laurta». En lugar de reconocer la violencia denunciada por la víctima, la plataforma describía a Luna con supuestos rasgos de «psicopatología» y la acusaba de realizar «falsas denuncias» y de protagonizar un «secuestro parental», calificando sus acciones como «conductas impulsivas, hipersexualidad y una necesidad compulsiva de engañar y mentir».

Según la narrativa de «Varones Unidos», Laurta era el objetivo de una supuesta «intensa campaña de acoso y hostigamiento» dirigida por Luna, la cual afectaba también a su nueva pareja y a su familia en Uruguay. La web exhibía capturas de pantalla de mensajes y comentarios para respaldar esta versión, acusando a la víctima de «acosarlo sexualmente», sabotear sus relaciones sociales y manifestar «celos enfermizos».

El nivel de hostigamiento verbal alcanzaba extremos alarmantes, presentando a Luna como autora de un “manual” de conductas destructivas que incluían la “desvalorización y deshumanización del padre”, la “instigación al suicidio” e incluso la “muerte de un niño”, en una inquietante referencia al caso de Lucio Dupuy. Una de las publicaciones afirmaba: «Estas acciones (…) llegando al extremo del abuso infantil y el asesinato de un niño, dejando a las claras el riesgo real de abuso e incluso muerte, en el contexto en que la justicia de Córdoba ha abandonado a este niño», invirtiendo por completo la realidad y presentando a Laurta como un supuesto protector.

Este aparato de discurso de odio, cuya finalidad era deslegitimar las denuncias de Luna y justificar las acciones de Laurta, constituyó un antecedente virtual del crimen real, evidenciando cómo la misoginia y la violencia digital pueden traducirse en agresión física extrema en la vida cotidiana, culminando en un hecho que conmocionó a toda la sociedad.

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