“Deben detenerla y que no salga más. Ella sabe algo. Todos sospechamos que ella sabe algo y no lo dice”. Esta contundente declaración proviene de César Peña, hermano mayor de Loan, y fue pronunciada el miércoles 26 de junio. César expresaba sus sospechas sobre su tía Laudelina Peña, y parece que no estaba tan equivocado.
Desde la desaparición de Loan Danilo Peña el 13 de junio, Laudelina, quien estuvo presente en el almuerzo familiar ese día, no ha dejado de contradecirse. Algunos atribuyen estas contradicciones al hecho de que su esposo, Antonio Benítez, fue una de las primeras personas detenidas, acusado inicialmente de «abandono de persona».
En aquel momento, la hipótesis principal era que el niño se había perdido en el monte. Luego surgió la teoría de una «red de trata», y el sentido común colectivo se desvaneció entre rumores, acusaciones, datos exagerados y otros directamente inventados.
Ahora, Laudelina ha revelado que su sobrino fue atropellado por el marino Carlos Pérez mientras este se retiraba del almuerzo en su camioneta junto a su esposa, la funcionaria municipal María Victoria Caillava. Según Laudelina, Pérez estaba borracho y no vio a Loan salir corriendo de los pastizales. Añadió que Pérez le entregó la zapatilla del niño para plantarla, la amenazó con matarla a ella y a sus hijos si hablaba, y que se llevaron a Loan en la camioneta, sin saber ella dónde está el cuerpo.
La mujer declaró durante cuatro horas en la ciudad de Corrientes ante los fiscales provinciales. La razón de por qué no lo hizo en Goya, ante los fiscales federales encargados de la investigación, es un tema aparte. Pero antes, una pregunta inicial:
¿Por qué habló ahora Laudelina?
Desde el Ministerio de Seguridad de la Nación lo consideran un éxito propio. Patricia Bullrich, fiel a su estilo, intervino con fuerza y, cuando se emitieron las órdenes de allanamiento para las casas de los familiares de Loan, envió un ejército de federales con actitud intimidante.
El allanamiento y la confiscación de los teléfonos celulares habrían asustado a Laudelina, haciendo cada vez más insoportable el secreto que –según ella– había estado guardando. La mujer ya estaba bajo presión por parte de su propia familia. Incluso su hermano José Peña, padre de Loan, la implicó en su testimonio del jueves por la noche.
José afirmó que su hijo dejó la casa de su abuela Catalina en compañía de Laudelina. Sostuvo haberlos visto dirigirse hacia las plantas de naranjas, pero poco después la mujer regresó a la casa y preguntó por el niño.
Sintiéndose acorralada, la tía de Loan llamó a su abogado y le contó lo que luego repetiría ante la Justicia en una secuencia de «accidente/encubrimiento», alejada de la teoría de una «red de trata internacional».
El abogado la convenció de declarar, aunque ella temía represalias de Caillava y también del comisario Walter Maciel, otro de los detenidos en el caso. Aquí entra en juego el conflicto entre fiscales locales y federales.
El abogado entregó la declaración de Laudelina al gobernador correntino Gustavo Valdés, quien aprovechó la oportunidad: en lugar de llevar a Laudelina a Goya para declarar ante la Justicia Federal, la subieron a un auto –escoltado por dos vehículos de la Policía correntina de civil– y la llevaron a declarar ante los fiscales locales. La excusa podría ser que el delito en cuestión es común, no federal.
Se dice que Laudelina, por miedo, pidió que la acompañara su hija mayor, Macarena. No quería dejarla sola. En Corrientes capital, la esperaban más como una salvadora que como una persona que mintió y entorpeció la investigación.
Cuentan que fue recibida por el mismísimo fiscal general de la provincia, César Sotelo. Declaró y se fue en libertad porque aseguró que actuó bajo amenaza. Sin embargo, no sorprendería que eventualmente termine en prisión.
Por ahora, Laudelina ha contado una historia.
Pero atención: para considerar el caso resuelto, falta el cuerpo de Loan. Ella dice no saber dónde lo enterraron. Está por verse si los acusados confiesan o la desmienten. El domingo se prevé un rastrillaje exhaustivo.