En el contexto del severo programa de recorte del gasto público impulsado por el presidente Javier Milei, el Gobierno nacional resolvió cancelar el desfile militar que tradicionalmente se realiza cada 9 de julio para conmemorar el Día de la Independencia. La medida, que generó sorpresa en distintos sectores, implica dejar sin efecto una ceremonia emblemática que reúne a las Fuerzas Armadas y a miles de ciudadanos en el espacio público.
De acuerdo con fuentes del Ministerio de Defensa, la decisión se justificó en la necesidad de reducir costos en función del ajuste fiscal que atraviesa el Estado. Se estima que la organización del desfile demandaría una inversión cercana a los 1.000 millones de pesos, un monto que las autoridades consideraron excesivo frente al actual escenario económico.
La cancelación del evento provocó desconcierto tanto entre funcionarios del área de Defensa como en los altos mandos militares, quienes ya venían trabajando en la planificación de la actividad. La expectativa era repetir el despliegue de tropas, vehículos y armamento en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, tal como había ocurrido el año anterior tras un largo período sin desfiles oficiales.
El anuncio, aunque alineado con la lógica de austeridad que promueve la gestión de Milei, se interpretó en algunos sectores como un nuevo gesto de desinterés hacia las expresiones tradicionales del ceremonial cívico-militar. Para muchos, la supresión del desfile no solo representa un ahorro económico, sino también una señal política sobre la relación del actual gobierno con las instituciones castrenses y los símbolos patrios.