La Justicia de Corrientes dictó un fallo que combina rigor legal, perspectiva de género y un componente pedagógico poco habitual. La jueza de Familia, Niñez y Adolescencia N° 4, Carolina Macarrein, resolvió que un hombre debía leer El Principito de Antoine de Saint-Exupéry como parte de una medida orientada a fomentar la reflexión sobre su rol parental y el vínculo con sus hijos. Además, la sentencia establece que el padre incremente del 35 al 40 por ciento su salario en concepto de cuota alimentaria para sus dos hijos: una joven de 22 años con autismo y retraso madurativo, y un niño de 8 años con celiaquía.
El hombre había solicitado judicialmente cesar la obligación de manutención hacia su hija mayor, argumentando que el Certificado Único de Discapacidad estaba vencido y que correspondía exclusivamente a la madre renovarlo. Según sus declaraciones: “No le voy a pagar porque el certificado de discapacidad está vencido. Que se encargue la madre de actualizarlo, y ahí que me reclame, y vemos». La jueza consideró que estas palabras reflejaban una “falta de empatía y de corazón” hacia los hijos, cuyas condiciones requieren atención permanente e irreversible.
En declaraciones al programa radial Corrientes en el aire, Macarrein expresó: “Si este señor le dice esto a un juez, qué les dirá a la pobre mujer y a sus hijos. No funciona así la cosa. Esa conducta es reprochable”. La magistrada fundamentó que el derecho alimentario no es únicamente una obligación económica, sino una responsabilidad parental que abarca las necesidades materiales, emocionales y de salud de los hijos. Además, destacó que el cuidado diario brindado por la madre, en gran parte en soledad, implica limitaciones para su inserción laboral y constituye una forma de desigualdad estructural y violencia económica.
El fallo contempla explícitamente la perspectiva de género y se alinea con tratados internacionales de derechos humanos, reconociendo que la obligación alimentaria no se limita a la manutención, sino que debe incluir el reconocimiento del cuidado que recae desproporcionadamente sobre las mujeres, especialmente en contextos de discapacidad.
Como medida simbólica y educativa, la jueza ordenó que el padre lea El Principito y regrese al juzgado el 26 de agosto para explicar las enseñanzas obtenidas de la lectura. Macarrein explicó que esta decisión buscaba que el hombre comprendiera la importancia de la empatía y la responsabilidad afectiva. El clásico de Antoine de Saint-Exupéry, publicado en 1943 y uno de los libros en francés más leídos y traducidos, reflexiona sobre el amor, la amistad, la dedicación y el cuidado hacia los seres queridos, ejemplificado en la relación del pequeño príncipe con su rosa.
Según la magistrada, esta medida persigue generar conciencia en progenitores que intentan evadir sus responsabilidades, recordando que ser padre no se limita a una obligación económica, sino que implica un compromiso afectivo y una presencia activa en la vida de los hijos.
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