Aún no se ha confirmado de manera oficial qué provocó la muerte de Yuliana, pero las circunstancias apuntan a un posible suicidio. No obstante, Ana Ferreira, activista feminista de Tucumán, cuestiona esta versión y argumenta que se trata de un «femicidio inducido», explicando que el agresor habría orquestado un sistemático proceso de acoso y violencia psicológica y física que condujo a la joven a tomar esa decisión desesperada.
La tragedia, sin embargo, no culminó con el fallecimiento. La familia de Yuliana, sumida en una profunda precariedad económica, se vio obligada a recurrir a la solidaridad de sus vecinos para cubrir los gastos del féretro, mientras que el lugar del entierro fue facilitado en condición de préstamo.
Una vocera de la ONG Dejar tus Huellas relató el devastador impacto emocional en los seres queridos de la víctima: «Ningún padre está preparado para hallar a su hija en esas condiciones. El padre no deja de temblar, las hermanas menores están destrozadas por el llanto, y la madre, aunque logra mantenerse firme, está consumida por la rabia hacia quienes considera responsables».
Cabe destacar que, al momento de su muerte, el caso por abuso sexual en el que Yuliana era la denunciante seguía activo. Según registros judiciales de junio de 2025, el acusado había reincidido en el incumplimiento de su prisión domiciliaria y de la orden de restricción, lo que para los familiares y colectivos que apoyan la causa evidencia una negligencia institucional. Esta inacción, sostienen, contribuyó a que la joven se sintiera abandonada y acorralada, sin escapatoria.
Ante esto, la sociedad reclama una investigación integral que no se limite a analizar el suicidio como un hecho aislado, sino que examine la posible responsabilidad penal del agresor y la omisión de las autoridades que fallaron en brindarle protección a Yuliana, permitiendo que la violencia se perpetuara hasta las últimas consecuencias.