En San Miguel de Tucumán se produjo una grave denuncia vinculada a la inseguridad en el transporte público que encendió las alarmas de los usuarios. Un pasajero aseguró haber sido amenazado por el chofer de un taxi con una picana eléctrica tras cuestionar el importe del viaje, episodio que se tornó aún más delicado porque en ese momento llevaba a su hija en brazos.
El hecho fue relatado en una publicación de Facebook, donde la víctima contó que tomó un taxi en la esquina de avenida Roca y Buenos Aires con destino a Junín y Santiago. Al arribar, el conductor le exigió $7.000, una cifra que —según señaló— duplicaba el valor habitual de ese trayecto. El pasajero explicó que el vehículo no tenía encendido el taxímetro o directamente no funcionaba, y que en su lugar el chofer utilizaba una aplicación en el celular que estaría manipulada. “Me cobró el doble de lo que pago habitualmente, desde Roca y Buenos Aires hasta Junín y Santiago me cobró 7.000 pesos. Cuando le reclamé, me amenazó con una picana”, detalló en su testimonio. El hombre aseguró que, al ver la situación, decidió descender de inmediato junto a su hija para evitar un hecho más grave. “Yo iba con mi hija en brazos por lo que tuve que bajarme rápidamente. Ojalá me lo cruce de nuevo sin mi hija en brazos a ver cómo le va”, concluyó.
El caso generó un fuerte impacto en redes sociales y abrió la puerta a más relatos de pasajeros que dijeron haber pasado por experiencias similares. Una mujer señaló que en un trayecto corto, desde la plazoleta Mitre hasta la Maternidad, intentaron cobrarle $5.000, cuando el valor normal ronda entre $1.800 y $2.000. Otro testimonio describió cómo un chofer comenzó a increparla sin razón aparente durante un viaje, lo que desencadenó en una acalorada discusión. La pasajera reflexionó sobre la vulnerabilidad de las mujeres y madres que viajan con niños: “Uno no va por la vida pensando que le van a dar picanazos, y menos si vas con un menor que además es tu hijo. Terminás teniendo más miedo de que el chico ligue el picanazo. El otro día subí a un taxi y el tipo, de la nada, me comenzó a increpar porque dijo que le hice caras. Están re locos los taxistas. Lo puteé y me fui, pero porque estaba sola; teniendo un niño en brazos no sé si hubiera hecho lo mismo”.
La acumulación de denuncias reavivó un debate que se repite con frecuencia en la capital tucumana: la seguridad y la transparencia en el servicio de taxis. Los usuarios reclaman que existen vacíos de control sobre el uso y la correcta calibración de los taxímetros, lo que habilita abusos en los cobros y, en casos extremos, reacciones violentas por parte de algunos choferes.
Las voces coinciden en que estas prácticas no solo impactan directamente en el bolsillo de los pasajeros, sino que también generan un fuerte clima de desconfianza y miedo, sobre todo en los viajes donde viajan niños pequeños. Por ello, los usuarios exigen a las autoridades municipales una mayor fiscalización y la aplicación de sanciones ejemplares para erradicar tanto los cobros indebidos como los hechos de violencia que comprometen la seguridad de los pasajeros.
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