Luego de los graves incidentes registrados durante una caravana en Lomas de Zamora, en los que un grupo de manifestantes opositores lanzó insultos y proyectiles contra el vehículo presidencial, Javier Milei decidió trasladarse de inmediato a la Quinta de Olivos para resguardarse. Desde allí, responsabilizó directamente al kirchnerismo por los hechos de violencia ocurridos.
En sus redes sociales, el mandatario compartió un mensaje en el que detalló con quién se encontraba y cómo interpretaba lo sucedido: “En Olivos con el profe José Luis Espert y con mi jefa, Karina Milei, luego del paso por Lomas de Zamora, donde los kukas sin ideas volvieron a recurrir a la violencia tirando piedras. El 7/9 y el 26/10 digamos en las urnas: kirchnerismo nunca más”.
La actividad en cuestión estaba enmarcada dentro de la campaña electoral con vistas a las elecciones provinciales de septiembre y a las nacionales de octubre. El plan de Milei era realizar un acto en ese distrito bonaerense, pero la jornada se vio abruptamente alterada. La caravana, que había comenzado minutos antes, tuvo que ser interrumpida casi de inmediato, apenas transcurridos cinco minutos, debido al clima hostil y a los ataques sufridos.
El presidente, acompañado por su hermana Karina Milei, el diputado José Luis Espert y el candidato Sebastián Pareja, se encontraba de pie sobre la parte trasera de una camioneta 4×4 blanca cuando comenzaron las agresiones. Los manifestantes opositores no solo profirieron gritos e insultos, sino que también arrojaron distintos objetos en dirección al mandatario y su comitiva. La situación se descontroló en pocos instantes, generando un clima de tensión y temor.
En medio del caos, se produjo además un incidente con el periodista Lautaro Maislin, quien sufrió un intento de robo mientras cubría la actividad. El desorden obligó a que la camioneta en la que viajaba Milei acelerara de manera repentina y peligrosa, lo que puso en riesgo tanto a los asistentes como a los militantes presentes en la zona.
Por su parte, José Luis Espert se vio forzado a retirarse del lugar de una manera poco convencional: debió abordar una moto conducida por un militante, sin contar con casco de seguridad, al igual que el propio conductor del rodado. Esta retirada improvisada reflejó el nivel de descontrol que imperó en la caravana, la cual terminó disolviéndose sin poder completarse como estaba previsto.
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