El escenario político y social volvió a tensarse en el ámbito digital a partir de un fuerte cruce entre el diputado Miguel Ángel Pichetto y el actual director de Comunicación Digital del gobierno de La Libertad Avanza, Juan Pablo Carreira, más conocido en las redes sociales bajo el seudónimo de Juan Doe. La discusión se desarrolló en X (ex Twitter) y tuvo como telón de fondo la profunda crisis que atraviesa la industria textil en la Argentina, un sector que desde hace meses viene alertando sobre la pérdida de competitividad frente al avance de las importaciones.

Pichetto, desde su cuenta personal, puso sobre la mesa un señalamiento concreto: denunció que la proliferación de productos provenientes de China, que ingresan tanto por importadores tradicionales como por plataformas internacionales de venta en línea —entre ellas Shein, que se ha popularizado notablemente entre los consumidores argentinos— está golpeando de manera directa al entramado productivo local. En ese marco, el legislador lanzó un mensaje que sonó tanto como advertencia como reproche hacia las instituciones representativas del rubro. “Nos tenemos que preguntar qué están esperando las cámaras empresarias y los sindicatos para hacerse escuchar”, escribió en tono desafiante, dejando entrever que considera insuficiente la reacción de los actores del sector frente a la coyuntura.
La respuesta de Carreira no se hizo esperar y llegó con un estilo que lo caracteriza: provocador, despectivo y cargado de ironía. En un posteo que rápidamente se viralizó, el funcionario nacional contraatacó con dureza: “Pichetto está enojadísimo porque los argentinos dejaron de pagar 300 veces más por la ropa de mierda que fabricaban los empresaurios amigos suyos. Andate a cagar, viejo gagá”. Sus palabras, que no escatimaron insultos ni descalificaciones, desataron una ola de comentarios y evidenciaron la estrategia discursiva de buena parte del oficialismo en redes sociales, donde el enfrentamiento directo suele reemplazar cualquier atisbo de discusión técnica o política.
Lejos de dejar pasar la provocación, Pichetto redobló la apuesta y volvió a poner el foco en el impacto social de la apertura indiscriminada de importaciones. En un nuevo mensaje, planteó un interrogante que buscó interpelar directamente a los defensores de las plataformas extranjeras: “¿Cuando la gente se quede sin trabajo y ande deambulando por la calle, Shein les va a dar laburo?”. Con esa frase, el legislador dejó en claro que su preocupación no es solo económica, sino también social, vinculada al empleo y al futuro de miles de trabajadores del sector.
La crisis del sector textil
El trasfondo de este cruce mediático está dado por la delicada situación de la industria textil nacional, un rubro que históricamente ha sido cíclico y vulnerable a los vaivenes de la economía, pero que en esta etapa enfrenta una combinación particularmente adversa. Tres factores centrales explican la coyuntura: la caída sostenida del consumo interno, la creciente apertura a las importaciones y la presión cada vez mayor que eso genera sobre los precios y la rentabilidad de la producción local. Este cóctel desemboca en un escenario de reducción de márgenes, contracción en los volúmenes producidos y una ola de despidos que ya se hace sentir con fuerza.
Dentro de la cadena textil, la indumentaria es hoy el eslabón más golpeado. La razón no solo está en su peso dentro de la estructura del sector, sino también en que se transformó en un tema de debate público. Los consumidores, cada vez más familiarizados con las compras internacionales a través de plataformas digitales, comparan precios de productos y marcas idénticas entre el mercado local y el extranjero. El contraste resulta desfavorable para la producción argentina: prendas que aquí se venden a valores elevados aparecen en otros países a precios notablemente más bajos cuando se los convierte a dólares. Sin embargo, lo que pocas veces entra en la discusión es la compleja red de costos, condiciones laborales y formas de producción que explican esas diferencias y que, muchas veces, vuelven incomparables ambos escenarios.
Los datos difundidos por la Asociación Obrera Textil de la República Argentina (AOTRA) reflejan con claridad el deterioro de la actividad. En lo que va del año, el sector solo utiliza un 40% de su capacidad instalada, lo que significa que más de la mitad de la maquinaria y la infraestructura está ociosa. A esto se suma un proceso de desindustrialización acelerada: ya cerraron 68 pequeñas y medianas empresas textiles, lo que derivó en la pérdida de casi 4.000 puestos de trabajo. A ello se agregan unas 900 suspensiones vigentes, lo que configura un panorama sumamente complejo para los trabajadores y empresarios del rubro.
En definitiva, lo que comenzó como un cruce verbal entre un veterano dirigente político y un funcionario del oficialismo en redes sociales dejó expuesta una problemática más amplia: la fragilidad de una industria que, frente a la globalización del comercio y a la política de apertura de importaciones, ve amenazada no solo su rentabilidad, sino también la estabilidad laboral de miles de familias en todo el país.