Histórico ausentismo en elecciones porteñas: solo sufragó el 53,3% del padrón

Las elecciones legislativas celebradas este domingo en la Ciudad de Buenos Aires estuvieron marcadas por una baja participación ciudadana que llamó poderosamente la atención: tan solo el 53,3% del padrón habilitado acudió a emitir su voto. Esta cifra representa el índice de asistencia más bajo en la capital argentina en los últimos diez años y se alinea con una tendencia reciente que también se observó en otras cuatro provincias que realizaron comicios la semana anterior, donde se registraron niveles igualmente bajos de concurrencia.

Si se amplía la perspectiva a las últimas tres décadas de historia electoral porteña, se observa que esta elección rompió un récord negativo. Por primera vez, la participación estuvo 15 puntos por debajo del hasta entonces peor registro histórico, que databa de 2007, cuando un 68,5% de los ciudadanos asistió a las urnas. Esta caída significativa en la concurrencia refleja una combinación de factores estructurales y coyunturales que podrían estar incidiendo en el comportamiento del electorado.

Una de las decisiones más destacadas en esta elección fue el desdoblamiento de los comicios porteños respecto del calendario nacional. Al igual que en muchas otras jurisdicciones del país, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri, optó por separar la elección legislativa local de la nacional, con el objetivo de evitar que la votación quedara enmarcada en una lógica de polarización con la figura del presidente Javier Milei. No obstante, esta maniobra estratégica no produjo el efecto esperado: la apatía ciudadana no se revirtió, ni siquiera con la presentación de candidaturas de alto perfil por parte de las principales fuerzas políticas.

De hecho, las boletas estuvieron encabezadas por figuras reconocidas como Manuel Adorni, representante de La Libertad Avanza; Leandro Santoro, referente del peronismo porteño; Silvia Lospennato, del PRO; Ramiro Marra, que se postuló fuera de la estructura de LLA; y Horacio Rodríguez Larreta, quien también se presentó por fuera del PRO. A pesar de estos nombres de peso en la política argentina, la movilización ciudadana fue escasa.

Al comparar con elecciones anteriores, los datos muestran un contraste contundente. Según información oficial proporcionada por el Gobierno de la Ciudad, en 2019 la participación alcanzó el 80,14%, siendo el punto más alto de la última década. Le siguen los comicios de 2017 con un 76,73%, los de 2023 con un 76,7%, los de 2015 con un 73,5%, y los de 2021 con un 73,4%. El desplome de más de 20 puntos respecto a estos antecedentes recientes revela una anomalía que difícilmente pueda ser explicada por un único factor.

En cuanto a los cargos puestos en juego, la ciudadanía debía elegir a 30 legisladores, la mitad del cuerpo parlamentario de la ciudad, cuyos mandatos vencen a fin de este año. Para la elección se utilizó, por segunda vez, el sistema de Boleta Única Electrónica (BUE), una modalidad que tiene como objetivo principal agilizar el escrutinio y dotar de mayor transparencia al proceso. Si no se hubiera optado por desdoblar la elección, los porteños habrían tenido que votar de manera simultánea el 26 de octubre utilizando dos sistemas distintos: la BUE para los cargos legislativos locales y la Boleta Única de Papel (BUP) para los representantes nacionales.

Los motivos detrás de la escasa participación han sido objeto de diversos análisis. Entre las causas posibles se menciona el limitado interés que suele generar la elección de legisladores locales, ya que muchos ciudadanos perciben que esas figuras tienen menor incidencia directa en su vida cotidiana. A esto se sumó el mal clima: un fuerte temporal azotó la ciudad en los días previos, con lluvias persistentes que se extendieron hasta la madrugada del domingo. Otro elemento que podría haber influido es el cansancio generado por la sucesión de convocatorias electorales en un lapso breve, incluso aunque este año no se realizaron elecciones primarias (PASO). Además, algunos analistas políticos señalan un fenómeno más profundo: el desánimo de sectores crecientes de la población, especialmente jóvenes, que sienten que la política no les ofrece respuestas concretas y han optado por expresar ese desencanto con la abstención.

Así, el bajo nivel de asistencia a las urnas en la capital no solo marca un dato numérico, sino que puede estar revelando una fisura en el vínculo entre la ciudadanía y la institucionalidad democrática. En un escenario donde el electorado parece cada vez más escéptico y desmotivado, el desafío para las fuerzas políticas no solo es repensar sus estrategias electorales, sino también encontrar formas efectivas de reconstruir la confianza y renovar la participación cívica.