El presidente argentino, Javier Milei, se dirigió a los líderes mundiales presentes en el Foro Económico de Davos y, durante su intervención, expresó su rechazo hacia la llamada cultura «woke», un movimiento que agrupa a personas que luchan contra la desigualdad y promueven la justicia social, además de abogar por los derechos de la comunidad LGTBIQ+ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, queer). En su discurso, Milei se refirió al «wokismo» de manera muy crítica, calificándolo de una ideología destructiva para la sociedad. Según el mandatario, este fenómeno cultural representa una «epidemia mental» que ha afectado a diversos países en crisis y ha colonizado importantes instituciones globales. Al describirlo como un «cáncer», Milei enfatizó que esta ideología debía ser erradicada para permitir el progreso.
En su mensaje dirigido a empresarios y otros jefes de Estado en el foro, Milei insistió en que hasta que la ideología «woke» no sea eliminada de la cultura, la sociedad occidental y la humanidad en general, no se podrá avanzar hacia el progreso. Subrayó la importancia de desmantelar lo que considera «cadenas» impuestas por esta ideología. A continuación, calificó el wokismo como un «régimen de pensamiento único», impuesto por diversas instituciones cuyo objetivo es silenciar el disenso. Mencionó causas como el feminismo, la diversidad, la inclusión, la equidad, la inmigración, el aborto, el ecologismo y la ideología de género, las cuales consideró partes de un mismo movimiento destinado a justificar el fortalecimiento del Estado a través de la distorsión de causas legítimas.
Además, Milei criticó el enfoque del wokismo sobre el cambio climático, argumentando que la idea básica de preservar el medio ambiente para las generaciones futuras ha sido pervertida por esta ideología. Según el presidente, el wokismo ha transformado una causa legítima de conservación del planeta en un ambientalismo radical, en el cual los seres humanos son vistos como una amenaza para la naturaleza y el desarrollo económico es demonizado. Esta visión, a su juicio, representa un enfoque fanático que va en contra del sentido común.
El término «woke» tiene sus orígenes en la comunidad afroamericana de Estados Unidos, donde inicialmente se usaba para describir a las personas conscientes de la injusticia racial. Su traducción literal es «desperté», derivado del verbo «wake», que significa despertar. Aunque en el pasado la palabra «woke» se utilizaba como un insulto, en los últimos tiempos ha pasado a ser sinónimo de políticas progresistas y de izquierda, especialmente relacionadas con el populismo.
Para algunos, «woke» se refiere al estado de conciencia sobre los problemas sociales y políticos, particularmente el racismo, y se utiliza con orgullo. Sin embargo, para otros, se ha convertido en un término despectivo que describe a individuos que se perciben como moralmente superiores y pretenden imponer sus ideas progresistas a los demás. Los críticos de la cultura «woke» cuestionan especialmente los métodos coercitivos empleados para castigar a quienes expresan opiniones que son percibidas como misóginas, homofóbicas o racistas. Este fenómeno ha dado lugar a lo que se conoce como la «cancelación», un proceso de boicot social y profesional a través de las redes sociales contra aquellos que, según los defensores de la cultura «woke», han dicho o hecho algo que se considera inaceptable.
