En una jornada marcada por una fuerte tensión en los mercados financieros, la cotización del dólar estadounidense estuvo a punto de alcanzar los $1.400, una cifra que representa el límite superior establecido por el Gobierno dentro de la banda cambiaria. Frente a esta situación, el ministro de Economía, Luis Caputo, optó por desentenderse de cualquier responsabilidad directa en la crisis, atribuyendo la suba a lo que definió como “el riesgo kuka”, en alusión al kirchnerismo. Según sus palabras, “ante la incertidumbre política o la amenaza del kirchnerismo, algunos optan por cubrirse”, afirmando que se trata de una reacción previsible dentro del contexto actual.

Casi al mismo tiempo, en una entrevista informal transmitida por streaming a través del canal Neura, el presidente Javier Milei ofrecía su propia interpretación de la corrida cambiaria en curso. En diálogo con su amigo y conductor Alejandro Fantino, Milei evitó hablar del contexto económico general y, en su lugar, culpó a su vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quien acusó de haber habilitado una sesión legislativa que calificó como ilegal. Según Milei, dicha sesión atentó contra el equilibrio fiscal y provocó una pérdida de confianza que derivó en una corrida: “Se generó un exceso de liquidez y la traidora permitió una maniobra que desestabilizó el plan económico, dando paso a una caída en la demanda de dinero, es decir, un ataque especulativo”, sentenció.

A pesar de las declaraciones explosivas y de la expectativa habitual que genera la presencia de Milei en medios libertarios, el interés del público no respondió como se esperaba. De hecho, mientras el presidente exponía sus ideas en Neura, otra transmisión logró captar la atención de una audiencia mucho mayor: una expedición científica del CONICET transmitida en vivo desde las profundidades del océano Atlántico.

Contrario a lo que muchos libertarios podrían haber imaginado —sobre todo considerando su desprecio habitual hacia el sistema científico nacional y los organismos públicos de investigación—, la transmisión del CONICET, en colaboración con el Schmidt Ocean Institute, superó ampliamente en audiencia a la charla entre Milei y Fantino. La exploración en el cañón submarino frente a Mar del Plata se convirtió en un verdadero fenómeno digital. Mientras el streaming del CONICET alcanzaba picos de 52.000 espectadores simultáneos, la entrevista presidencial apenas lograba reunir a unos 33.000 usuarios conectados.

Incluso en franjas horarias clave, como a las 21:20, los datos reflejaban una diferencia notable: la expedición científica contaba con 50.000 espectadores en línea, mientras que el canal Neura apenas sostenía unos 18.000. Un contraste impactante si se considera que el mismísimo Presidente de la Nación —y uno de los principales exponentes del anarcocapitalismo— estaba en pantalla.

Este inesperado vuelco en la preferencia del público fue interpretado por muchos como una derrota simbólica para el discurso libertario, que suele despreciar la ciencia pública y cuestiona el financiamiento estatal a organismos como el CONICET. A pesar de su desprecio, quedó en evidencia que una propuesta de divulgación científica, realizada con calidad y profesionalismo, puede generar más interés que el relato oficialista, incluso en un contexto tan cargado políticamente como el actual.

En definitiva, mientras Milei responsabilizaba a su vicepresidenta de la crisis y buscaba imponer su narrativa en redes libertarias, el país le prestaba más atención a los misterios del fondo del mar que a sus explicaciones sobre la economía. Una situación que dejó en evidencia no solo las tensiones internas del oficialismo, sino también un cambio en las prioridades de la audiencia.

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