El escenario político estudiantil de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) experimentó un fuerte reacomodamiento tras las elecciones realizadas el último sábado para renovar las autoridades de la Federación Universitaria de Tucumán (FUT). En ese marco, el kirchnerismo universitario atravesó una de sus derrotas más significativas de los últimos años, al quedar desplazado de la conducción del organismo que concentra el poder estudiantil en la provincia.
La votación terminó consagrando a Alejandro Tapia, estudiante de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología, como nuevo presidente de la FUT. Tapia llegó a ese cargo como referente de la lista “Universidad Pública Siempre”, integrada principalmente por la Franja Morada, histórica agrupación radical universitaria, y por distintos sectores independientes que decidieron sumarse para construir un frente más amplio.
El proceso electoral había sido impulsado originalmente por el Movimiento de Participación Estudiantil (MPE), corriente vinculada al kirchnerismo, que pretendía fortalecer su legitimidad política mediante la convocatoria al congreso estudiantil. Sin embargo, lejos de consolidarse, el MPE terminó debilitado: en el desarrollo de la asamblea, sus representantes quedaron en minoría y, tras un intenso debate interno, optaron por retirarse del recinto. Este abandono abrió paso a la disputa entre las tres listas que permanecieron en la contienda: “Universidad Pública Siempre”, “Libertad y Cambio” y “JUP Primero”.
La salida del MPE del congreso puso en evidencia las tensiones y divisiones dentro del propio kirchnerismo universitario. Uno de los puntos centrales de la fractura se reflejó en la relación con la Juventud Peronista (JP): mientras los primeros se retiraron, la JP continuó participando a través de la lista “JUP Primero”, evidenciando una ruptura de posiciones dentro del mismo espacio político.
Con la victoria de la Franja Morada y sus aliados, el kirchnerismo pierde el control de la Federación Universitaria de Tucumán, quedando fuera de un espacio considerado estratégico tanto en la vida universitaria como en la proyección política provincial. No se trata de un hecho menor: la FUT ha sido históricamente una plataforma de formación y proyección de cuadros que luego inciden en la política local y, en algunos casos, nacional.
El triunfo de Tapia y su equipo también marca el regreso de la Franja Morada a la conducción de la federación, después de varios años, lo que representa un paso clave en su proceso de recuperación de influencia dentro del movimiento estudiantil. La alianza con agrupaciones independientes, además, les permitió ampliar su base de legitimidad y proyectar una imagen de apertura y diversidad en la representación.
En este contexto, el retroceso del Movimiento de Participación Estudiantil constituye un golpe político considerable para el kirchnerismo en Tucumán, que ve reducida su capacidad de incidencia en un ámbito donde había logrado construir poder en los últimos años. Por el contrario, la victoria de la Franja Morada reconfigura el mapa estudiantil y abre un nuevo capítulo en la disputa política universitaria, con implicancias que, como en otros momentos, probablemente trasciendan los límites de la UNT y repercutan en la arena política provincial.
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